Historia y repudio

Historia y repudio

Historia y repudio

David Álvarez Martín

¡Tenía que ser un Papa latinoamericano! Ya que desde Alemania, Polonia o Italia el mundo se ve diferente. Las bulas o decretos papales del siglo XV -dice el Vaticano- “…no reflejaban adecuadamente la igualdad de dignidad y derechos de los pueblos indígenas” y nunca han sido considerados expresiones de la fe católica. El Vaticano se refiere a Papas como Nicolás V que en la Bula Dum Diversas y el Breve Divino Amore Communiti de 1452, permitía al rey de Portugal someter a los sarracenos, paganos y otros infieles, incluso reduciéndolos a perpetua servidumbre o Pío II, en 1462, amenaza con castigos a los que esclavizan neófitos, pero no condena el comercio de esclavos.

Sobre esa doctrina hasta el mismo Colón en su primer viaje se llevó varios tainos como esclavos y los vendió en España. El cuentazo del Santo Cerro era una justificación castellana -al igual que lo fue la Virgen de Covadonga con los pueblos islámicos- para robar, esclavizar y hasta matar a cualquier aborigen que se les opusiera, según ellos era la voluntad divina que ejecutaran un genocidio en El Caribe. Y todavía muchos dominicanos se lo creen.

Los documentos papales del siglo XV, señaló el Vaticano, fueron “manipulados” con fines políticos por las potencias coloniales “para justificar actos inmorales contra pueblos indígenas que se realizaron, en ocasiones, sin oposición de las autoridades eclesiásticas”. Todavía en la actualidad se tienen discursos impíos para defender corruptos de miles de millones de pesos.

El Vaticano expresamente repudia ese tipo de interpretaciones colonialistas y sé que eso le caerá como balde de agua fría recién levantado a muchos historiadores, eclesiásticos y políticos, sobre todo los alineados con la extrema derecha fascistoide. Reacciones vendrán, no lo duden.

En buena hora cae esa proclama de repudio para quienes consideramos que el verdadero Evangelio se comenzó a proclamar en el adviento del 1511: ¿Acaso no son seres humanos? Y la cristalina esperanza que despertó la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericana (1968) arropada por la Teología de la Liberación. Frente a ese clamor por el dolor de los pobres se levantaron los documentos de Santa Fe que sirvieron de base a la Administración Reagan y un Juan Pablo II que no entendía (Polonia era otra realidad) lo que aquí pasaba, a pesar del martirio de Monseñor Romero (1980) y la de los Jesuitas y sus colaboradoras en El Salvador (1989). Teníamos que esperar un Francisco para enmendar todos esos entuertos, pero no sería justo si no reconociera que el Papa polaco pidió perdón a los africanos esclavizados en tierra americana (1992) y en su visita a Gambia y Senegal el mismo año.

Este repudio lo debemos hacer nuestro cuando en nuestra sociedad se ha levantado una ola racista antihaitiana que ha calado en sectores políticos, sociales y hasta algún que otro eclesiástico, pecado de palabra en pocos, de omisión en muchos. Repudio a los paleros que el pasado 12 de octubre atacaron ferozmente a un grupo de artistas que en el Parque Colón recordaban el asesinato de Anacaona. Repudio a los que en el seno de la Academia Dominicana de la Historia integraron a un general retirado acusado de un prontuario de crímenes contra héroes nacionales y jefe de las Fuerzas Armadas en la matanza de abril del 1984, que la impunidad reinante en nuestra sociedad ha evitado que sea llevado a juicio.



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