Río cada vez que oigo a algún sociólogo zurdo o activista progre desgañitarse contra la celebración del día de la hispanidad o la conmemoración del hazañoso viaje de descubrimiento del gran almirante.
Se encabritan rabiosamente contra España, aunque resulte que quienes perpetraron los horrores que denuncian, al acometer la conquista y colonización, fueron sus propios antepasados porque quienes se quedaron allá nada que ver con esto.
Curiosamente las protestas se basan en conceptos como los derechos de gentes (Montesinos, Las Casas) y el respeto a la ley (pleito Ovando-Tapia), expresados en español y con fundamento cristiano.
Las protestas contra la colonización, evangelización y creación de nuevas culturas en ese tremendo crisol difícilmente podrían argumentarse según los valores y costumbres de los incas, mayas, aztecas, sioux y apaches o taínos y caribes. Algo similar ocurre con las colonias inglesas, que se convirtieron en las naciones más exitosas del mundo (EUA, Canadá, Australia, India, etc.).
De Francia y Bélgica no hablaré hoy. Sobran razones para celebrar con orgullo la hispanidad y nuestra cultura.