Contrario a lo que hizo Sammy Sosa, que en aras de llegar a los 600 jonrones terminó sus días en Grandes Ligas “mendigando” un contrato que finalmente no consiguió, Pedro Martínez, “Pedro El Grande”, se retiró con honores y hoy es un orgullo para los dominicanos, el equipo de Boston y para todos los seguidores del béisbol.
Sin ánimos de ofender, y guardando la distancia entre política y “pelótica”, creo que el expresidente Hipólito Mejía corre el riesgo de terminar como Sammy, si no imita a Pedro Martínez, que ayer fue escogido al Salón de la Fama del béisbol.
Habría que ser muy mezquino para no reconocer el liderazgo del expresidente, nos guste o no, ni su derecho democrático a elegir y ser elegido. Incluso, es posible que Mejía tenga más liderazgo que Luis Abinader dentro del PRM, y por tanto más que cualquier otro candidato dentro de la Convergencia. Pero no basta con eso, y él lo sabe.
Hipólito debe entender cuál es su techo y que difícilmente una candidatura suya logre aglutinar a toda la oposición, como sí lo haría Luis Abinader u otro candidato de la Convergencia.
Balaguer le hizo la vida imposible a Jacinto Peynado, Salvador a Jacobo, Bosch a Peña Gómez y ni hablar de la vocación fratricida que en su momento exhibió la izquierda dominicana.
Sabemos cuáles fueron los resultados en cada caso. Ojalá que esta vez no estemos reeditando otro desafortunado capítulo de nuestra historia.
El mejor servicio que le haría Hipólito al PLD y a Leonel Fernández sería seguir obstinado en ser el candidato presidencial por el PRM.
Pero si así lo hiciere, terminará como Sammy Sosa, que pasó de ser una gloria del deporte a ser una figura gris.
En cambio, si usa la inteligencia política y, aún a sabiendas de su potencial, cede el paso a un liderazgo refrescante que facilite un cambio en el curso de la historia política del país a través de un gran frente opositor, Hipólito se erigiría en un referente obligado.
¡Presidente Mejía, atrévase, y cásese con la gloria!