Fray Vicente Rubio intentó una vez martillar dentro de mi cabeza algún poquito de latín, cuando compartíamos gozosamente fundando la Universidad Católica Santo Domingo.
Lo recordé el ver por ahí la frase “hic et nunc”, literalmente “aquí y ahora”, al leer sobre cómo mucha gente ensaya mejorarse a sí misma con técnicas de autoayuda sin ninguna religión.
Ahí seguí con un jueguito medio macabro. En la calle, observaba ciudadanos cruzando esquinas, esperando un autobús, vendiendo perros, aguacates o periódicos, limpiando vidrios o mendigando, y me preguntaba: “¿Cuánto les quedará de vida?”.
¿Cuántos desconocidos que vemos por ahí mueren ese mismo día? El calendario impone que yo seré algún día ese extraño que otro vio para nunca jamás…
Cada instante, cual sea, cobra relevancia. Lo pasado ya concluyó. El futuro no ha llegado. Y nadie sabe nada sobre él. Solo tenemos el aquí y ahora. Cavilar medrosamente sin salir del ayer o proyectar insegura o ansiosamente el mañana es negarme a mí mismo este preciso, precioso e irrepetible momento. Sí, Horacio, “¡carpe diem!”.