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Herramienta vital en un mundo ruidoso

En tiempos de hiper conexión y sobrecarga informativa, la atención se convierte en un recurso escaso y, al mismo tiempo, en una herramienta fundamental para la convivencia que facilita el reconocimiento de las personas como interlocutores responsables y hasta como ciudadanos del mundo.

La comunicación contemporánea efectiva enfrenta muchos desafíos, siendo uno de ellos la dispersión, a través de notificaciones, pantallas y estímulos constantes, lo que provoca que escuchar un mensaje o cualquier otra cosa, de manera plena sea algo parecido a un lujo.

En cualquier etapa de la vida, desde la infancia hasta la adultez mayor, la atención es un valor incalculable que permite, incluso, alcanzar metas y propósitos en campos no solo de la personalidad y el conocimiento, sino también, en el plano socio económico y laboral.

En el periodismo, ésta práctica (la de atender) eleva a la posibilidad de detectar voces invisibilizadas y construir relatos más humanos, completos y complejos, pero más allá de los medios, la atención se manifiesta en gestos cálidos y simples.

La atención es base para la escucha activa y no se trata solo de un acto mental o de civilidad y de decencia, porque prestar atención a quien habla significa validar su existencia, reconocer su dignidad y abrir un espacio de confianza y de interacción entre personas.

Un saludo, una mirada, un silencio compartido se materializan como detalles que sostienen la convivencia y recuerdan que la ciudadanía no se ejerce solo en las urnas, cada cuatro años, sino también en el día a día, en la forma en la que se habla, en la que se piensa, en la que se agradece, en la que se habitan los espacios comunes.

Atender el entorno es cuidar lo colectivo, es respetar la fila en un banco hasta observar las necesidades de quienes suelen pasar desapercibidos, como embarazadas, adultos mayores o personas con discapacidad.

En este sentido, prestar atención es un acto de ciudadanía planetaria, una manera de reconocer que las personas ya son parte de una comunidad más amplia que trasciende fronteras.

Convertirse en ciudadano del mundo exige ejercicios concretos de atención. Hay que dedicar unos minutos al día a escuchar sin juzgar, reducir el uso del celular en conversaciones presenciales, observar detalles del entorno que, normalmente pasan desapercibido y estar y ser pendiente de lo humano.
Estas prácticas sencillas fortalecen la convivencia y entrenan para un periodismo más ético, una política más inclusiva y una vida cotidiana más consciente.

La atención como acto de dignidad y de ciudadanía, convierte a las personas en interlocutores responsables, en ciudadanos conscientes, por lo que urge practicarla como una forma de sembrar confianza y esperanza en medio del ruido. Si la gente pone atención a su entorno, estaría contribuyendo con un mundo mejor comunicado, más integrado, más responsable y más solidario.

No es solo escuchar. Es también prestar atención. Escuchar es dejar que las palabras pasen por los oídos; poner atención es permitir que esas palabras atraviesen la conciencia y el espíritu y transformen y comprometan a la gente con su entorno.

La diferencia está en la presencia: quien escucha oye, quien atiende comprende. En tiempos de ruido constante, la verdadera ética de la comunicación comienza cuando decidimos estar, no solo presentes, sino atentos.

Elevo oraciones por la niña haitiana Stephora Anne-Mircie Joseph, de 11 años de edad, quien murió ahogada en una piscina, a la que acudió en una excursión escolar, en la hacienda “Los Caballos”, en Gurabo, en la provincia Santiago, República Dominicana, en circunstancias aún no aclaradas. Se informa que era víctima de bulling. ¡Atención!

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