La vida nos pone frente a múltiples circunstancias que muchas veces se nos hace cuesta arriba entender. Hoy no quiero hablar de lo mal que anda el mundo con la inversión de valores, ni sobre la falta de integridad frente a la oportunidad de tener dinero de manera rápida y sin mucho esfuerzo. Tampoco quiero referirme a la amenaza que siento tienen nuestros niños frente a tantas influencias y tendencias globalistas que los confunden y lo alejan de los preceptos instituidos por Dios, ni tampoco de las carencias existentes en el núcleo familiar que dan como resultados el tener una juventud confundida y sin propósito. Quiero hablarles de la importancia de tener paz espiritual y tratar de tenerla con nuestros semejantes.
Me ha ocurrido a menudo que uno lee versículos en la Biblia varias veces, pero un día, lo lees y reparas en su significado, como si justo en ese momento es cuando se hace necesario entenderlo, esto nos pasa cuando la fe en Dios es nuestro norte.
En lo particular, desde hace un tiempo he querido entender el comportamiento de las personas a mi alrededor en torno a la valoración de un servicio, la entrega de mi tiempo, o cualquier otro detalle que ha requerido dar de mí y me he sentido hasta triste al ver su calidad de respuesta, esto, sé que les pasa a muchos.
Me preguntaba el porqué es tan difícil para nosotros agradecer y pesar en balanza justa, así juzgaríamos menos y comprenderíamos más, entonces recordé nuestra naturaleza altiva y de pronto mis pensamientos se dirigieron a lo que dice el apóstol Pablo en la Biblia en Colosenses 3: 23 y 24: ¨Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís, entonces entendí la magnitud del significado de este versículo y cuán importante es aplicarlo a nuestras vidas.
Solo así, haremos nuestro trabajo y daremos de lo que tenemos con felicidad, sin esperar, no nada a cambio, sino la recompensa del que sí pesa en balanza justa y da la lluvia a su tiempo, ese es el mejor camino para estar en paz y vivir con gozo en el corazón.
Yo me maravillo, porque en la medida en que nos adentramos en el conocimiento de Dios y él nos dota de discernimiento, vamos entendiendo el ciclo de la vida y valoramos más cada precepto y mandamiento y atesoramos más la importancia de tener calidad de vida, que, en verdad, solo verdaderamente la tenemos cuando tenemos la visión divina.
Este versículo tiene una connotación secular, pero también una muy grande de carácter espiritual, pues cuando ponemos nuestros dones al servicio de los demás, pero con nuestra mirada hacia el Trono de la Gracia, no importa si el destinatario lo valora o no.
Los dejo con estas palabras que se encuentran en Primera de Corintios 3: 6 y 7: ¨Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento¨.
Si queremos vivir felices, recordemos que dar es mejor que recibir y nuestra oportunidad es aquí y ahora.