Se nota sin mucho esfuerzo que en medio del ajetreo por sobrevivir y progresar materialmente, se va produciendo una franca ruptura entre la experiencia histórica y el presente, entre la memoria colectiva y el día a día.
Y lo más preocupante es que donde esa ruptura se torna más profunda es en un sector cada vez más amplio de la juventud. Acaba de morir doña Manuela Aristy, madre de mi inolvidable compañero y héroe nacional Amaury Germán Aristy; mujer ejemplo de solidaridad y de valor, madre de todos los revolucionarios de una generación.
La muerte de doña Manuela tocó principalmente el sentimiento de los hombres y mujeres de esa vieja generación, pero para la mayor parte de la juventud ha pasado desapercibida.
Las redes sociales, que a veces se congestionan cuando ocurren determinados hechos, que solo despiertan morbo, superficialidad y violencia, ahora recogieron apenas los testimonios de pesar de quienes tuvimos el privilegio de conocerla y tratarla.
Cito este caso reciente para ilustrar lo que quiero decir. Resulta que aquí se ha hecho una labor dirigida a separar al pueblo, especialmente a la juventud, de su propia historia, de sus valores tradicionales, de sus raíces, mientras se les inculca el amor a lo extranjero, no a lo mejor, sino a lo peor de lo extranjero. Música, modas, lengua, hábitos y antivalores, contrarios a los valores y la cultura que les han dado vida y sustancia a la dominicanidad.
Eso es grave, porque cuando esa separación entre el pueblo y su propia historia termine de producirse, tendremos un país sin referencias históricas en que inspirarse, habitado por gente que perdió el apego a sus raíces y que lo que quiere es irse, emigrar así sea en una yola, para vivir en otras tierras, perder su identidad nacional, y vivir sin ser de aquí ni ser allá.
Y un pueblo sin apego a sus esencias, su folclor, sus tradiciones y su cultura, nunca será capaz de sostener su personalidad ni realizar alguna obra de importancia.
Aquí hay una memoria colectiva, una memoria histórica acumulada, y el peligro de que nos disolvamos como entidad nacional, sin que nadie nos invada, se enfrenta con una lucha sostenida por recuperar esa memoria, por fortalecer los atributos de la cultura y la identidad nacional, en armonía con los valores de otras culturas y otros pueblos, pero siempre como dominicanos, como nos mandan Duarte y sus continuadores.