Hay límites, claro que sí

Hay límites, claro que sí

Hay límites, claro que sí

Ana Blanco

¿Dónde está el límite entre lo público y lo privado? ¿Por qué nos creemos en el derecho de opinar sobre la vida de alguien que ejerce un trabajo de alcance público? ¿Qué consecuencias debe haber para quienes usan las redes y el anomimato para denostar a otros?

Estas y más preguntas han estado en mi cabeza toda la semana, después del suicido de una famosa actriz española a quien he admirado toda mi vida, tras su paso por un programa de televisión en el que claramente se veía que no estaba bien y a quien le llegaron multitud de mensajes de crítica y odio a través de las redes sociales.

Me siento triste, llena de impotencia porque es algo común y no solo hacia famosos, sino en cualquier relación interpersonal que se desarrolle hoy en día. Hace tiempo que leí algo que desde entonces practico: “Trata bien a todo el mundo porque no sabes por la tormenta que está pasando”.

No entiendo tanto odio gratuito cuando lo que debería existir es la bondad, el aporte positivo y, en último caso, si no tienes nada bueno que decir: ¡Calla!

Tengo mis opiniones, no me cae bien todo el mundo, defiendo mis criterios, verbalizo lo que siento, pero nunca lo hago desde la ofensa, el insulto o el menosprecio; es también lo que espero a cambio y lo que trato de inculcar a mi hijo y a mis relacionados.

De nuevo, estoy triste. Los índices de suicidios siguen subiendo a nivel mundial y mientras veo a las personas ocupadas en ver cuál es el trending del día para opinar y si es de manera negativa, mejor. No sé que nos está pasando, pero desde luego tenemos que revisarnos y de manera urgente. Dejo esta reflexión en sus manos, después, actuemos.