Hasta luego papá

Hasta luego papá

Hasta luego papá

Elías Brache

Hace ya casi 16 años, un jovencito, con voz pausada y mirada angelical, asomó en el púlpito de la basílica de Notre Dame,  en Montreal y comenzó a leer el panegírico de su padre.

Todos los presentes, incluyendo jefes de estado, dignatarios, líderes mundiales, esperaban una oratoria llena de recuentos, de los logros de aquel a quien se le rendían honores.

Para asombro de todos, aquel joven centró su discurso en una sorpresa que le había hecho su padre muchos años atrás, el día de navidad.

Según contó, aquel día su padre le dijo que le acompañara al polo norte,  y él pensó que sería para mostrarle algunas instalaciones militares o científicas o algo así. Al llegar, su padre lo llevó a un hangar,  y allí, al abrir las puertas, le esperaba todo el recinto decorado con luces y cristales brillantes. En adición, un Santa Claus que lo escuchó y tomó nota de todos los regalos que él quería. Fue el día más feliz de su vida, sobre todo porque pudo ver como su padre disfrutó verlo maravillado.

Así quería recordar a su padre.

Ese joven se llama Justin Trudeau, es el primer ministro de Canadá y su padre fue Pierre Trudeau, quien también fue primer ministro y uno de los más grandes abanderados de los derechos de las minorías.

Créanme que, con anécdotas así, que revelan el verdadero interior de las personas, queremos Rosa, Gilda y yo que recuerden a nuestro padre.

Yo podría iniciar aquí un recuento de su vida profesional, la del ingeniero destacado, jefe de ingeniería de la Elmhurst, la compañía que construyó las grandes carreteras de la República Dominicana, entre ellas la primera Autopista Duarte.

Yo podría decir que él construyó la carretera Puerto Plata – Sosua, la carretera de Miches, la carretera Ocoa – Valle Nuevo y por otro lado,  el aeropuerto de Constanza, entre decenas de obras más.

Yo podría recordar que mi padre fue un funcionario honesto como Director General de Carreteras de la entonces Secretaria de Estado de Obras Públicas

Yo podría recordar que mi padre cedió su propia residencia al electo presidente Juan Bosch, dejando desde los empleados del servicio hasta la cubertería de plata de la casa, la cual sería luego saqueada por los golpistas. Quedando incluso mi padre con la custodia de “Blonda”, la perrita de Don Juan; escritas desde el exilio, en nuestras manos están las cartas de agradecimiento de puño y letra de Don Juan.

Yo podría recordar que mi padre, en su incesante búsqueda del bien común, fue fundador del Partido Reformista, uno de los tantos intentos por adecentar el ejercicio político en República Dominicana.

Yo podría recordar que mi padre fue candidato vice presidencial en una opción política que ocupó el segundo lugar en las elecciones de 1970.

Pero créanme que eso no fue lo que hizo grande a mi padre.

La grandeza de mi padre reside en que fue padre para muchos, el tío predilecto, el celoso guardián de su familia, el consejero y mediador, pero sobre todo, el refugio de todos los que le conocieron.

Permítanme contarles algunas anécdotas de la vida de mi padre:

Un día, mientras estábamos en la casa, mi padre llegó con el semblante muy desmejorado. Mi madre,  inmediatamente le preguntó qué le pasaba y éste dijo que nada; pero sí le pasaba algo: secretamente había ido al hospital y había donado sangre al enterarse que su empleado, el encargado de la finca, podía morir de una hemorragia estomacal. Rauda, al enterarse, mamá le cocinó una comida rica en hierro.

Papá amaba sus hermanos, cuando las circunstancias lo demandaron, mi padre no vaciló un segundo en donar un riñón a su hermano. Siempre lamentó que los exámenes revelaran que no había compatibilidad, de las pocas veces que lo vi llorar fue cuando murió su hermano Anselmo (Pilin).

Si alguien sabe lo que es ser un amigo, entenderá porqué mi padre llena por completo esa definición.

En una ocasión, mi padre abandonó su trabajo en el sector privado, en el que ganaba tres (3) veces el sueldo mínimo de aquella época, para cubrir una vacante con sueldo mínimo que se iba a generar en Obras Públicas por la partida de un amigo que viajaba a hacer una especialidad fuera.  De esa forma, cuando el amigo regresara, él podía devolverle su puesto de trabajo, pero no sólo eso, sino que nunca cobró el sueldo de su amigo, se lo cedía íntegro, trabajó de gratis por su amigo durante un año.

Créanme, hay muchas historias más que contar. Aún al día de hoy,  sus hijos observamos muestras de gratitud, como la del gerente de un banco que hace un par de años, al encontrarse con mi padre le preguntó: ¿usted es Don Elias Brache? mi padre le respondió que sí, y éste le dijo: “gracias, usted me regalaba una botella de leche de la finca cuando yo tenía hambre”.

Así era mi padre.

Familia, amigos, cuando piensen en él, piensen en sus verdaderos recuerdos, purifiquen su interior con lo que fue su tránsito en la vida.

A nosotros sus hijos no nos interesa que lo recuerden por sus logros profesionales, sino por lo que hizo como ser humano, por su amor al prójimo.

Sobre todo, porque como decía George Sand: “los recuerdos son el perfume del alma”.

Hasta luego papá



Elías Brache

Licenciado en Derecho Cum Laude (UNPHU) con estudios de Especialidad en Gobierno y Politicas Publicas (FLACSO) ha ocupado diferentes posiciones dirigenciales en su vida privada y publica incluyendo las de Vice Canciller de la Republica y Gerente del Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (INDOTEL).

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