Después de leer y escuchar a algunos sabios, y ver la actitud de muchos necios, he llegado a la conclusión de que pocas cosas enloquecen más que el éxito mal entendido y que se gana sin esfuerzo.
En un país cansado de “clavos” cinematográficos, lo que acaba de revelar la Procuraduría en su acusación contra Jean Alain Rodríguez y sus 40 coimputados (habrá sido coincidencia el número, ¿o estaría Wilson Camacho pensando en Alibabá?), resultaría buen material para un largometraje con un guion digno de un Óscar, por lo menos para una buena docuserie de Netflix, si es que Robertico no se le adelanta a José María.
Como no tengo el talento para escribir un guion, pero sí soy bueno con los títulos, aquí les van algunas sugerencias:
El primero, por supuesto sería: ¡Robamos La Victoria!
Otras sugerencias: Aprendimos de Odebrecht.
Cómo llegamos de Brasil hasta La Victoria, pasando por la Procuraduría
El clan de Jean Alain.
Ricos y sueltos, gracias a las cárceles.
O bien, como la canción de Demi Lovato y Luis Fonsi, dedicada a Miriam: “No eres tú, no eres tú, soy yo…”.
Pero en verdad, más que risa, este caso da pena. Es un vivo ejemplo de la descomposición social y valores atrofiados que afecta a nuestra sociedad.
¿Cómo es posible tanto deterioro moral? ¿Cómo un grupo de gente acomodada pudo llegar a tanto? ¿Cómo llegó a conformarse esta asociación de malhechores, como dice la Procuraduría, sin que nadie en el seno de sus familias pudiera frenarlos?
Según la acusación, los implicados en el caso Medusa se apropiaron de más de mil millones de pesos, de los fondos para el Plan de Humanización de las cárceles. Mientras más de 20 mil presos siguen en condiciones deplorables, un grupito de desalmados se enriquecía sin límites.
Como muy bien señaló el titular de la Pepca, Camacho, se trata de un expediente sin precedentes, un caso sumamente complejo. El país no recuerda otro hecho en que el jefe del Ministerio Público encabezara una banda articulada exclusivamente para estafar al Estado desde las mismas oficinas de la Procuraduría.
¡Insólito!
Funcionarios robándoles a los presos de La Victoria. Díganme si acaso algún director de Hollywood habría sido capaz de concebir una trama más surrealista que esa. Nadie.
No soy quién para asegurar que todos los que están en el expediente son culpables, pero de que alguien se robó el queso no hay dudas.
En el proceso, para no dejar huellas, recibían el dinero en efectivo, en las propias oficinas.
Dice la acusación que las licitaciones eran fraudulentas, que los “ganadores” debían pagar un peaje equivalente al 20 % del costo total de la obra.
No importa si tienen abolengo o no, si son de este o aquel litoral político o grupo empresarial, lo que la sociedad espera es que cuando termine el juicio Jean Alain y los demás que resulten culpables solo le digan al chofer del minibús: “¡Hasta La Victoria!”