Luce lógico que el líder político con vocación de poder aspira a rodearse de personas cuyas virtudes contribuyan a su éxito. Por eso se me hace tan inexplicable que varios de los principales jefes partidistas, del PLD, PRM, PRD y los chiquitos, insisten en acompañarse de cierta gentuza que solo resta.
Entre los más notorios están varios actualmente o anteriormente requeridos por la Justicia por presuntos delitos, cuya suerte escapando a procesos o cárcel no significa inocencia ni honorabilidad.
En países donde la opinión pública importa, porque los partidos eligen sus líderes democráticamente en vez de ser dominados impunemente por cúpulas secuestradoras de sus organismos directivos, cualquier escándalo o acusación judicial significa la rápida separación del inculpado para que su desvarío no ensucie a los demás.
Pero aquí los corruptos, prevaricadores, delincuentes, evasores fiscales, abusadores sexuales, deudores dolosos o incumplidores de obligaciones familiares, si son políticos, cuentan con la asqueante solidaridad de sus compañeros, compatriotas, camaradas o correligionarios partidistas. Ojalá la cantidad de ciudadanos hartos de esto motive los cambios necesarios.