Esta semana fueron tiroteados dos aviones comerciales al intentar aterrizar en el aeropuerto de Puerto Príncipe, el primero de Spirit Airlines y el segundo de Jet Blue, ambas empresas norteamericanas.
Por menos de ahí los Estados Unidos han ocupado países militarmente, con el famoso pretexto de proteger intereses o ciudadanos norteamericanos.
De igual forma llama a preocupación su indiferencia ante los genocidios y otras abiertas violaciones a los derechos humanos en Haití, que es otro de los grandes pretextos en base a los cuales las botas yanquis han pisoteado medio mundo.
Queda evidenciado que al imperio norteamericano sólo le importan la “democracia” y los “derechos humanos” de los países con importantes reservas de recursos naturales o que geopolíticamente tengan alguna relevancia. Pero Haití, al parecer, no tiene ni una cosa ni la otra.
La indiferencia de las grandes potencias ante la desgracia que vive Haití desnuda la doble moral que caracteriza su política internacional.
Es como si ese pedazo de tierra no estuviera habitado por seres humanos que sienten, sufren y padecen.
Tal vez si China o Rusia le ofrecieran asistencia a Haití a cambio de establecer infraestructuras logísticas o quizás bases militares, entonces ese miserable pedazo de isla recibiría la atención de aquellos países que históricamente exprimieron ese pueblo y que ahora, que solo quedan los despojos de su expoliación, no merece su atención.
La situación de Haití no hace más que empeorar cada día, ante la mirada indiferente de los organismos internacionales y de las potencias que llevan las riendas del planeta.