Haití y la CIDH en el caldero nacional

Haití y la CIDH en el caldero nacional

Haití y la CIDH en el caldero nacional

Venecia Joaquín

En la cocina criolla hay varias pailas hirviendo al mismo tiempo. Cuecen alimentos diferentes. El menú es variado: la corrupción blindada por la Justicia, la migración ilegal, el gobierno sin oposición, la delincuencia, la canasta familiar, etc. Puedes elegir el plato que desees.

Al degustarlo comprenderás por que la mayoría de la población vive con náusea, vómito, diarrea y muchos mueren de hambre o paro cardiaco.

Veamos el plato llamado Ley de Regularización de la migración haitiana. Para guisarlo, surgieron varias recetas, pero el Tribunal Constitucional (TC) seleccionó una.

El olor de los ingredientes inunda el ambiente: soberanía, derechos humanos, libro de extranjería, sentencia retroactiva, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), etc.

Reconocidos chefs, mueven, prueban y huelen este estofado. Son destacados juristas, congresistas, políticos, comunicadores, ciudadanos en general.

Desde la cocina se escuchan sus voces, algunas muy alteradas. Hablan al mismo tiempo de las bondades de su sazón, acorde a sus gustos e intereses. ¿Qué comida terminarán sirviendo?

A mi juicio, el plato principal debió ser controlar la frontera para que cada quien busque ser feliz en su territorio.

El Plan de Regularización no soluciona el problema desde la raíz, trabaja con las ramas. Solo da oportunidades para que expertos en leyes, destaquen su intelecto, los políticos exhiban patriotismo, mientras otros aprovechan escenarios internacionales para coquetear tras posiciones, deslumbrando con sofisticados y ambivalentes argumentos jurídicos.

Estos ingredientes gourmets no me gustan. Imposibilitada de entrar en esa cocina y cambiar el sazón, controlo la ira que me producen los que ponen un marco jurídico atractivo a leyes que se resisten a cambiar por respeto a la Constitución, pero sí usan de manera selectiva.

Si desearan cuidar la patria, el plato principal hubiese sido establecer normas para un estricto control en la frontera. No limitarse a recoger frutos dañados, sino erradicar el árbol. Parecería que no quieren afectar negocios millonarios. Mientras tanto, atraídos por las debilidades de este Plan y de la frontera, llegan más comensales ilegales, bajo la mirada indiferente de las autoridades.

La CIDH ha rechazado aspectos de la sentencia del TC por violar derechos humanos. A mi juicio, pretenden señalarnos las incoherencias. Si no estamos de acuerdo con darle la nacionalidad al descendiente de haitianos ilegales, nacido en este suelo, tampoco deberíamos facilitarle cruzar la frontera ni la paridera en nuestros hospitales cuando son ilegales. Debemos ayudar a que sean felices en su territorio.

La migración ilegal no está siendo bien manejada. Hay demasiado pasiones envueltas. Se puso de manifiesto cuando el TC invalidó la adhesión del país a la Corte Interamericana tras 15 años en la misma, por no compartir sus decisiones. Debemos calmarnos. Dejar de lado la emotividad, demagogia, orgullo y prepotencia.

Independientemente de lo que hagan otras naciones, ser miembro de organismos internacionales como la OEA, es una magnifica oportunidad para discernir desde adentro y adoptar medidas mas objetivas que conduzcan a la paz y bienestar entre las naciones.



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