Una merecida atención tuvo la situación de la frontera de República Dominicana y de Haití en el discurso del presidente Luis Abinader ante la Asamblea Nacional, el pasado 27 de Febrero, el primero desde que asumió el poder en agosto del año pasado.
Es conocida la preocupación de amplios segmentos del país sobre lo delicada que se encuentra la crisis política en Haití y sus repercusiones peligrosas hacia la República Dominicana.
Cada vez más se agudiza la falta de institucionalidad en el vecino país, por cuya razón las autoridades dominicanas no pueden mantenerse ajenas a un conflicto que obligue a los haitianos a tener que buscar refugio en el territorio dominicano.
Lo que ocurre en Haití ha llegado a un grado explosivo y muy peligroso.
Y es bueno reconocer la atención que ha prestado el presidente Abinader a las relaciones de República Dominicana y Haití en su alocución ante la Asamblea Nacional.
Hizo un desglose de acciones concretas en toda la fronteriza. La construcción de una doble verja perimetral en las zonas conflictivas y el uso de tecnología, son algunas de las medidas que comenzarán a ser implementadas en los próximos meses, muchas con el concurso de la cooperación de la comunidad internacional.
Todo el pueblo dominicano dará su apoyo al reforzamiento de la vigilancia y la seguridad en la frontera, ya que la migración ilegal de los haitianos representa una de las prioridades de la nación en su conjunto, con la estimación de que más de un millón de haitianos pudieran estar viviendo en el país sin ningún control.
En el plan está en carpeta otra verja perimetral simple en toda la franja fronteriza, lo que viene llenar un poco las expectativas acumuladas por años sobre la atención prioritaria que merece el lado dominicano ante el deterioro de la situación política, económica y social en Haití.
La solución de la crisis y el desarrollo de Haití deben ser asumidos como prioridades para República Dominicana, como una forma de salvaguardar la integridad territorial del país. La comunidad internacional no debe mostrarse ajena al deterioro social, económico y social que ha acumulado Haití por décadas, pero que se encamina por un derrotero que tiene que ser detenido.
Sin embargo, un proyecto de esta naturaleza merece de una amplia discusión en todos los sectores, en virtud de que un proyecto de esta envergadura implicaría una inversión estimada en 100 millones de dólares, que según el ministro de Relaciones Exteriores, Roberto Álvarez, provendrían por la vía del financiamiento.
Lo importante de la iniciativa tiene el ribete en virtud de que las autoridades dominicanas ha decidido otorgar la prioridad que hace años exigía la frontera, porque los gobiernos -por tradición- habían descuidado esta parte del país, con masivas migraciones y sin que sus habitantes gocen de los servicios vitales.
La seguridad en la zona fronteriza no sólo se preserva con la construcción de las verjas -una en los lugares conflictos y otra en el restante trayecto-, sino con políticas públicas diseñadas desde el Estado, que no sean imposiciones externas, que prioricen un desarrollo armonizado en cuanto a los servicios de salud, vivienda y seguridad integral.
La preocupación del presidente Abinader debe ser el motor para que desde el Gobierse interprete la necesidad de que Haití no puede ser asimilado de espaldas a su realidad social, política, económica e institucional.
Los problemas de los haitianos motivan a que los dominicanos asumamos la conciencia de la magnitud del deterioro de su situación y el peligro que entrañaría la pérdida de una sana convivencia en su territorio.
Sin apego de nacionalismo trasnochado, Haití es y podría ser en mayor gravedad, un problema de supervivencia para República Dominicana.