Los resultados de las últimas encuestas de opinión evidencian dos tendencias muy definidas que, de seguro, se mantendrán hasta la celebración de los comicios presidenciales y legislativos y que vienen a representar la continuidad de las elecciones municipales.
Es presumible que la reelección del presidente Abinader obtendrá el triunfo de manera abrumadora y lo mismo ocurrirá con la escogencia de los miembros de las cámaras legislativas.
No se trata, solo, de vaticinios o deducciones producto de deseos o aspiraciones. Existe una clara inclinación del ciudadano hacia hechos y actitudes orientados a hacerle frente de manera responsable a la multiplicidad de problemas que nos aquejan.
Un segundo enfoque, ya más trascendente y menos coyuntural, tiene que ver con nuestra historia. Resulta evidente que el dominicano se siente hastiado de un accionar definitivamente pernicioso y descalificado de los políticos tradicionales, del uso indebido de los recursos destinados a resolver los problemas que afectan el desenvolvimiento del país y del ciudadano.
Las candidaturas del partido oficial figuran en evidente ventaja en relación a las opositoras. Los viejos liderazgos se han ido resquebrajando uno tras otro de una manera lamentable.
La generalidad del “liderazgo” que sucedió los sucesivos gobiernos del presidente Balaguer se encuentra en una posición alicaída y de absoluta bancarrota.
Es de temerse que los resultados electorales venideros conlleven la casi desaparición de organizaciones políticas y de liderazgos en franco declive.
Aclaremos que al concierto democrático conviene una oposición vigorosa y patriótica, que coloque en primer término los intereses de la Patria y del pueblo dominicano. Resulta evidente que la denominada oposición política no ha podido recuperarse ni vagamente del rechazo mostrado por el pueblo en los comicios municipales.
El multitudinario evento fue una encuesta ejecutada con todas las de la ley cuyo mensaje es que los dominicanos respaldan autoridades que de verdad se ocupen de sus problemas, los del país y de las instituciones.
El mensaje más contundente es que ya basta de tanto manejo espurio y avieso, a diferencia de la conducta del actual gobierno que sí se ha preocupado por resolver los males que nos aquejan.
Es evidente que el masivo respaldo a la gestión del presidente Abinader se origina en la decisión del mandatario y su equipo de buscar soluciones a las devastaciones provocadas en el pasado por el peledeísmo.
Y en eso, las autoridades no deben equivocarse: hay que hacerle frente de manera vigorosa a los problemas ciudadanos.
Es mucho lo que han hecho las actuales autoridades, justo es reconocerlo. Pero es preciso hacer énfasis en perseguir de manera rigurosa a los pandilleros, a los delincuentes y a quienes incurran en acciones deshonestas con los recursos del Estado.
Es esencial mantener en las cárceles a los desfalcadores del tesoro público, y despedir a los funcionarios ineficientes. El presidente Abinader ha dado sobradas evidencias de ser un gobernante serio y responsable.
Se debe gobernar con el pueblo y para el pueblo. El derrumbe casi absoluto de los sectores opositores se origina en sus trágicas desviaciones de estos propósitos.
Estamos frente a un nuevo paradigma que, aclaremos, no está libre de fallas, desviaciones y problemas. Los dominicanos han depositado su fe en el presidente Abinader y en su capacidad de enfrentar situaciones que, cada día, se resuelven en esta nueva mística nacional hacia un presente y un futuro mejores.