El país marcha hacia la recta final para las elecciones nacionales y congresuales, en las que serán escogidas las autoridades de los poderes Ejecutivo y Legislativo, del período constitucional 2024-2028.
El domingo, 19 de mayo, dominicanos y dominicanas acudirán a las urnas para elegir un (o una) presidente y una (o un) vicepresidente, que representan el Poder Ejecutivo; así como a 32 senadores de igual número de provincias y el Distrito Nacional; a 178 diputados territoriales, cinco nacionales y siete de ultramar, para un total de 190 integrantes, que conformarán el Legislativo, a partir del 16 de agosto próximo.
A juzgar por la paz y la quietud que, felizmente, reinan en República Dominicana y en las ciudades del exterior en las que habrá votaciones de los dominicanos residentes allí, todo está listo y las cosas quedan claras en la conciencia de la gente y de los organismos nacionales e internacionales que habitualmente suelen observar este tipo de procesos en la región.
El liderazgo político, tanto quienes están en el poder y aspiran a retenerlo, como el que está en la oposición y desea recobrarlo, o ganarlo por primera vez, debe ejercer su papel con eficacia y nadie puede cuestionar sus esfuerzos para hacerlo.
Si algo ha mostrado el sistema de partidos políticos en el mundo es que “todo tiene su tiempo” y hasta las Sagradas Escrituras, en Eclesiastés, así lo establecen, al punto de que el pasaje ha servido de inspiración para la creación literaria exitosa de respetables y honorables escritores y artistas. Porque así es.
Aunque la Constitución de la República, desde su modificación en el año 1994, en medio de la última de muchas crisis electorales que vivió el país, establece la realización de una segunda vuelta electoral en el país, sólo una vez ha tenido cabida esa disposición, que se sustenta en la obligatoriedad de que para ganar en primera vuelta el de mayor votación debe contar a su favor con el 50 % más una de las boletas válidas depositadas en las urnas.
En aquel momento, fue una trampa y los políticos y electores lo entendieron casi de inmediato, aunque ya se había materializado. Desde entonces, no se le ha ocurrido a la población, que al final es la que decide, ni al propio liderazgo político, propiciar que haya segunda vuelta en el proceso electoral.
En el 1996 fueron las elecciones, por acuerdo político, constitucionalizado por la modificación de la carta magna, en el marco de denuncias de fraudes. En la primera vuelta, el resultado fue el siguiente:
El entonces vibrante y mayoritario Partido Revolucionario Dominicano con su candidato presidencial y líder, José Francisco Peña Gómez, en un primerísimo lugar, con un 45.94 %; seguido por el Partido de la Liberación Dominicana y su entonces bisoño candidato presidencial, Leonel Antonio Fernández Reyna, con un 29.7 % y, en tercer lugar, el Partido Reformista Social Cristiano, con su candidato, Jacinto B. Peynado Garrigosa, con un 14.99 %.
Cuando se produjo la única segunda vuelta que se ha habido en el país, el Partido de la Liberación Dominicana se alzó con el triunfo con el 51.25 % de los votos, con el apoyo de Balaguer, frente a José Francisco Peña Gómez con un 48.75 % y el favor de lo que él mismo denominó “los reformistas de la luz”.
Quiero contar lo que ocurrió en el año 2000, que fue el segundo proceso electoral realizado, después de establecerse el artículo de segunda vuelta en la Constitución de la República.
Las elecciones, hasta ese momento, eran el 16 de mayo, cada cuatro año, en primera vuelta y programadas, para el 30 de junio del mismo año, la segunda vuelta.
El 17 de mayo del 2000, al caer la tarde, al término de la primera vuelta, en un gesto de patriotismo, el entonces candidato presidencial del PLD, Danilo Medina, admitió la derrota, tras haber obtenido un 24.94 %, al igual que el PRSC, que contó con el 24.60 % y desistieron de segunda vuelta, lo que provocó que el PRD, con Hipólito Mejía como candidato y un 49.87 % de los votos, asumiera la presidencia de la República, sin medirse en segunda.
¡Hicieron lo correcto!
Un valiente, oportuno, prudente, necesario y ejemplificador acuerdo político evitó la segunda vuelta electoral, a la que, en honor a la verdad, pocos dominicanos, se han acostumbrado.