¿Hacia la ley del imperio?

¿Hacia la ley del imperio?

¿Hacia la ley del imperio?

Federico Alberto Cuello

El mundo está a punto de quedarse sin árbitro para sus disputas comerciales. Paso a paso vemos cómo se desmonta lo que tanto trabajo ha dado construir. La Organización Mundial del Comercio (OMC) no tiene ya jueces de apelación y, desde agosto, tampoco tendrá Director General, pues Roberto Azevédo acaba de renunciar.

Negociaciones comerciales como la Ronda Doha lanzada el 2001 distan mucho de haber concluido. Un poder legislativo que no evacúa leyes es un poder inoperante, mientras proliferan nuevos acuerdos bilaterales, regionales y plurilaterales.

De las 595 disputas ventiladas desde que la OMC fuera creada, apenas 101 han sido resueltas satisfactoriamente. Del total de disputas, 44 son contra China, 98 contra la UE y 167 contra los EEUU. No sólo el poder judicial (esto es, la solución de controversias) está saturado, sino que prevalecen el incumplimiento, la lentitud y el obstruccionismo.

Ahora, con la renuncia de Azevédo, el poder ejecutivo de la OMC (esto es, la administración de los acuerdos y la gestión de las negociaciones) queda mermado hasta que sea sustituido, lo cual seguro será sobre la fecha misma de la próxima Conferencia Ministerial prevista para el 2021 en Kazajstán, dificultando la conclusión de su agenda y la preparación de la declaración ministerial.

Se verán nuevamente momentos de tensión y de fuerte división como aquellos que vivimos antes de la Conferencia Ministerial Seattle de 1999, con unos apoyando al candidato tailandés por venir de un país en desarrollo y los demás al neozelandés, optándose salomónicamente por la división del mandato en dos períodos de 3 años. Esta pérdida de tiempo en un debate político nos impidió consensuar la declaración ministerial para lanzar la nueva ronda.
Lo que sí queda claro es que nunca debemos volver a dar apoyos basándonos exclusivamente en el origen del candidato. Antes está la obtención de reciprocidad en otros temas o candidaturas de interés nuestro.

Y en un ambiente donde las personalidades cuentan, importan más las calificaciones y cualidades personales, que en el caso de Mike Moore fueron muy superiores a las de Supachai Panitchpakdi, escurridizo personaje que, nada más llegar, cerró de bruces su despacho a todos los que se la jugaron por su triunfo.

La OMC, como cualquier otro organismo internacional, tiene mucho que mejorar. Pero será difícil atender y resolver los malestares de la globalización impidiendo su funcionamiento, renunciando a su membresía o retrasándose en los pagos.

Un nuevo debate político retrasará ahora la modernización del organismo, los nombramientos de jueces y las nuevas negociaciones sobre inversiones, comercio electrónico y transferencia de tecnologías.

Si algún miembro abusa de sus privilegios, es en la OMC que hay que revisárselos. Si algún otro actúa con impunidad, es ahí que hay que ponerlo en órbita. Y si a los pequeños se nos ignora, no nos queda otro foro para actuar.

En carne propia aprendí hace mucho que hay países más iguales que otros. El mundo será un lugar más peligroso si ahora deciden apartarse del imperio de la ley para dedicarse a aplicar la ley del imperio.



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