La economía haitiana ha sido la más difícil de entender por los más infatigables investigadores fruto de lo complicado que es su dinámica, y donde los criterios estabilidad y crecimiento económico son inexistentes ya que el desorden y la falta de credibilidad es lo que ha imperado. Situación esta que se deriva del hecho de que los grupos dominantes, la clase política y las élites económicas solo actúan para acumular riquezas sin límites y destruir a los sectores económicos, no importándole la suerte de 11.3 millones de seres humanos que viven en condiciones infrahumanas en un territorio de 27.750 Km2 .
En Haití predomina un modelo económico y social excluyente inducido por una clase gobernante que no ha logrado mirar más allá de su afán por alcanzar privilegios y acumular fortuna, explicando esto la reproducción de la miseria generalizada. Esa realidad ha estimulado una multiplicidad de malestar y ausencia de institucionalidad, lo que incitado que las élites dominantes y económicas no contribuyan con el desarrollo humano de esa nación, sembrando así la semilla de su destrucción, expresado en que tan solo un 44.5% de la población puede leer y escribir.
En su afán por acumular riquezas, las élites económica y gobernante de Haití no han ponderado que su actitud los hacen ser responsables netos de la suerte de su población ya que ni siquiera han podido plantearse la posibilidad de que puedan existir otras formas de relación de los seres humanos con su entorno y tampoco explorar el significado de otras alternativas de cómo enfocar un desarrollo social y económico. Por igual, la economía haitiana no genera los alimentos requeridos para su población, creándose una alta dependencia alimentaria de República Dominicana.
Se trata de que Haití ha profundizado su crisis humanitaria con la presencia de la pandemia y huracanes, la violencia de múltiples bandas urbanas, que imponen el terror con asaltos y secuestros que arruinan y genera incertidumbre. En adicion, el caos político es la norma de convivencia para el gobierno y la oposición, implicando esto una grave frustración en la población que aspira a un salto hacia el progreso y que obstaculiza las oportunidades de superar el malestar ancestral.
Ante el descredito de las clases dominante y gobernante, nunca fue atractivo para los votantes haitianos encontrar un líder capaz de conquistar a una población llena de desesperanzas para elegir un presidente capaz de recoger sus sentimientos. No obstante, para las elecciones del 2015 surge como figura presidencial Jovenel Moïse con la frase de que “todos comeremos en la misma mesa”, la cual se tornó emblemática en la conquista del electorado.
Para la ciudadanía, Moïse encarnaba sus aspiraciones de bienestar y superar la situación de ser el país más pobre del continente, pero como la situación de Haití es estructural, la insatisfacción y las promesas incumplidas no tardaron en expresarse. El presidente Jovenel Moïse hizo grandes esfuerzos por ejecutar políticas públicas orientadas a mitigar la tragedia de un pueblo que no ha conocido la seguridad alimentaria y vive en condiciones infrahumanas, pues para alcanzar un mínimo de satisfacción tenia que enfrentar a una clase poderosa que lo controla todo.
El presidente Jovenel Moïse estuvo consciente que sus decisiones planteaban disgustar a la oligarquía haitiana, capaz hasta de darle un golpe de Estado, razón por la que reveló la existencia de familias y empresarios “que controlan los principales recursos del país, que siempre han puesto y quitado presidentes y que utilizan la calle para crear desestabilización”. Tuvo el temor de que las familias más poderosas de Haití que manejan el sector eléctrico, capaces de generar caos, y que se trata de “Un pequeño grupo de oligarcas que quieren apoderarse del país”.
El magnicidio contra el presidente Jovenel Moïse está explicado por esas contradicciones, lo que se ha traducido en una estocada mortal a la frágil democracia, algo repudiable e inaceptable. Este crimen presagia un periodo de inestabilidad e incertidumbre insostenibles como resultado del vacío de poder de consecuencias impensable.