Hasta qué punto llega nuestra capacidad de respuesta? ¿En qué momento empieza a pasar factura no tener el control de lo que ocurre, un día tras otro?
Creo que hoy todos podríamos responder a estas dos preguntas y serían respuestas llenas de testimonios de vida, de fortaleza, entereza, miedos y angustias… También de momentos llenos de esperanza y de otros cargados de tristezas.
Este último año nos ha llevado a todos por un camino desconocido en el que hemos tenido que sacar esa capacidad de adaptación, de tratar de entender, de hacer lo correcto y, sobre todo, de evitar algo que desconocemos… Y eso nos está pasando factura a todos.
Soy una persona que siempre mira hacia delante, es algo que aprendí desde pequeña, pero confieso que hoy siento que retrocedemos y me da vértigo volver a vivir lo que hemos pasado.
Soy más consciente de muchas cosas, sigo cuidándome, me he puesto las dos dosis de la vacuna, pero no se me quita la sensación de que a mi alrededor todo se está saliendo de control de nuevo.
Pedirnos volver atrás es difícil, pero no entiendo las personas que creen que ya estamos del otro lado, que por tener la vacuna estamos protegidos y no piensan que por mucho tiempo vamos a tener que mantener unos hábitos para que llegue el día en el que realmente podamos dejarlos atrás.
Estoy cansada, no lo niego, me dan deseos de gritar, de sacar esta frustración que tengo, pero entonces miro a mi alrededor y tengo que dar las gracias, porque tengo salud, porque los míos tienen salud y pienso que no debo quejarme.
Me doy cuenta que esa capacidad de respuesta, de aguante, de enfrentar las cosas es más fuerte que yo misma. Sigamos hacia delante, pues, cuidándonos.