Hay quienes buscan pescar en terreno revuelto, para vender más periódicos o para llegar (o volver) en 2020, haciendo zafra con la catástrofe de las maternidades y las “parturientas haitianas”.
Dicen que éstas “se tragan el presupuesto de salud”, incluso hasta en un 30 %. Pero si vemos las mismas cifras que citan, se concluye que el gasto público en atención a extranjeros es de 3 mil millones de pesos al año.
¿Una cifra astronómica? Si la comparamos con el presupuesto del Ministerio de Salud Pública, significa solo un 6 %; si la comparamos con la suma del Ministerio más Régimen de Seguros, es tan solo 3 %; y si la comparamos con todo lo que el país gasta en salud, incluyendo el gasto directo de bolsillo, es apenas un 1.5 % del total. Entonces, ¿con qué base montan el show del 30 %?
Además de esto, hacen trampa al no diferenciar partos de haitianas residentes y partos de haitianas NO residentes, porque saben que las cifras se les caerían, ya que las residentes no solo tienen derechos humanos sino además ayudan a financiar la salud, aunque sea con los impuestos de la cajita de fósforos del colmado.
¿O no tienen idea de cómo funciona el sistema tributario dominicano y que es la mayoría pobre la que lo sostiene con impuestos indirectos? ¿Les preocupa la salud pública o solo que las haitianas no den a luz o lo tengan que hacer en un callejón?
En República Dominicana mueren 92 madres por cada 100 mil nacimientos, mientras en Costa Rica son 25; y mueren 106 niños por cada 1000 nacidos vivos, mientras en los países industrializados son solo 10.
Esas son las dramáticas cifras reales. Las madres y los bebés dominicanos no disputan camillas con madres y bebés haitianos, pues entonces la solución sería sencilla.
Su problema fundamental es esta democracia secuestrada, con un sistema de salud pública para la muerte y el dolor de las mayorías, deshumanizado, desde los tiempos en que las ratas les comían los pies a los bebés, al presente de cadáveres de neonatos metidos en un “frizer” para longanizas.
Esa derecha mediática y politiquera quiere hacer zafra con dolor ajeno, pues sus hijas y esposas nunca darán a luz en una Maternidad estatal, ni sus bebés se verán expuestos a quemarse en una incubadora pública. Usan el problema como negocio, no apuntan a las causas de fondo.
Resolvamos el caos migratorio, pero que cada quién asuma su responsabilidad. Expliquen que ellos mismos han permitido que la salud sea una mercancía en manos de bancos, ARS y grandes clínicas; que quien no puede pagar se muere; y que el presupuesto público en salud nunca supera el 1.5 % del PIB, por lo cual no alcanza para camillas ni pintas de sangre, ni para sueldos decentes de médicos y enfermeras, ni para programas de promoción de salud y prevención.
Es también bueno ocultar que se oponen a la educación sexual que ayudaría a disminuir el dramático 28 % de partos de adolescentes.
La salud pública digna debería ser un derecho, no una migaja que cae de la mesa, pero parece que quieren que apenas nos conformemos con la miseria, y nos dediquemos a pelear, a ver a quién le toca un pedacito recogido del piso.