Un título largo, pero poderoso. Y es en su mensaje que se encierra la razón del crecimiento: “Hacer lo que tienes que hacer, por el tiempo que sea necesario”.
Así de simple. Sin trucos mágicos ni fórmulas complicadas. Luego de publicar la columna pasada, “Lo que Dios quita del camino”, me han escrito, llamado y enviado correos… gracias indiscriminadas por sus mensajes, por la retroalimentación y preguntas.
Que bueno que juntos podemos compartir experiencias y aprendizajes, “ayudándonos los unos a los otros”, así como escribí en mi columna del primero de agosto.
Muchos preguntaron, ¿cómo lo hice? o ¿qué tuve que hacer? Podría escribir páginas y páginas de decisiones, experiencias, aprendizajes, caídas, equivocaciones y logros. Pero solo hice lo que tenía que hacer cuando tenía que hacerlo. Todos, a nuestra manera, avanzamos, en algunas acertamos y en otras cometemos errores.
Y, aunque cada historia nos enriquece, lo que realmente me hizo posible avanzar, sin importar la pena, dolor, tristezas y dificultades, fue el simple hecho de tener un por qué poderoso, mis hijos, y entender, como todo en la vida, que no era una opción permanecer en el piso, rumiando el dolor y sintiendo lastima de mi y los míos.
Así no se construye nada porque “la acción” es la que mueve montañas y levanta rascacielos, por así decirlo. Y todos podemos tener o desarrollar esa convicción.
Sin embargo, todo se reduce en cómo pensamos, qué hacemos con lo que pensamos y en lo que aprendemos de las personas que nos rodean. De manera particular, puedo resumir en cuatro puntos mis fortalezas.
1. Los miedos no me definen. Tengo muchos, una inmensidad, pero estos no me han impedido conocer, experimentar y aprender. Y como dice el dicho: “Probando es que se sabe”. Y si no funciona, me muevo y me digo: “next”.
2. Escucho de manera activa. Se me da muy bien el aprender de los demás. Observo, evalúo y decido, siempre desde mi realidad.
3. Trato de ser buena persona. Una filosofía de vida interesante porque creo fervientemente que lo que damos al universo, se nos devuelve.
4. Apalancarme en lo positivo. Con esto, quiero dejarles el mensaje: “La vida es muy corta para centrarnos en lo malo… aprovecha tu energía”.