Hace alrededor de ocho años el ciudadano canadiense Les Lehmann decidió retirarse a la República Dominicana, y vivir, según sus propias palabras, “en un lugar tranquilo, rodeado de árboles y naturaleza, donde en un ambiente tropical puedas leer al borde de una piscina”.
Ávido amante de la guitarra, la noche del 30 de Enero del 2014, luego de escuchar ruidos, el ciudadano canadiense se levantó de su cama en un complejo de apartamentos en Cabarete, Puerto Plata y descubrió que dos hombres con armas de fuego habían penetrado el lugar. En un acto de valentía los enfrentó con un machete, pero éstos lo dominaron a golpes y lo dejaron encerrado con heridas en la cabeza y el torso.
El abuelo de 64 años no se dio por vencido, se las arregló para incorporarse, salir de nuevo a enfrentar a los intrusos con un bate, logrando propinarle varios batazos a uno de éstos que lo dejaron inutilizado, pero a la vez recibiendo nueve balazos que lo llevaron a desplomarse. Para cuando fue auxiliado llegó al hospital con un brazo y una pierna rotos, y con sólo 1.5 litros de sangre en su cuerpo. Este hombre, sin dudas bendecido, sobrevivió.
La historia es por algunos conocida, pero hay otra paralela y de la cual no he visto reseña en la prensa dominicana.
Más allá del instinto natural de preservación del ser humano, Les Lehmann protegía a dieciocho estudiantes de secundaria y ocho personas más entre padres y profesores, que al igual que cada año por los últimos ocho años, venían desde Winnipeg, capital de la provincia de Manitoba en Canadá, a realizar trabajos de voluntariado y ayuda a un orfanato y escuela.
Los estudiantes que fueron testigos de la violencia quedaron traumatizados y regresaron inmediatamente a Winnipeg, lugar donde están siendo tratados por el trauma vivido, y donde actualmente, como consecuencia del incidente, se estudia el futuro del programa de ayuda a República Dominicana.
En nada ayuda que los delincuentes, al día que escribo estas líneas, no han sido apresados a pesar de que fueron capturados en imágenes de una de las cámaras del lugar y ¡oh sorpresa!, según reseña la prensa canadiense, el video completo de la noche del robo “desapareció”.
El daño con este caso es doble, pues además de atentar contra la vida misma, las víctimas son personas que dedicaban su tiempo y recursos a ayudar a gente que ni siquiera son de su propia nacionalidad.
Soy testigo de los múltiples reportajes escritos y televisivos que se han hecho de este caso en Canadá y de la negativa imagen de nuestro país que este hecho ha proyectado.
¿Mala suerte? ¿Caso aislado? Los datos indican lo contrario, solo hay que chequear los crímenes de los últimos dos meses y recordar que, mal contados, en ese lapso murieron, entre otros, un suizo, un holandés, un estudiante africano, un alemán y resultaron apuñalados en Boca Chica una pareja de italianos. Y créanme que algunos más se me escapan.
Lectores, no soy experto, pero luce haber un patrón definido en a quien atacar. El razonamiento es “no son de aquí y no habrá dolientes”.
Una de las plataformas sobre la que se sostiene la economía dominicana es el turismo, de hecho, los estudios demuestran que la zona más prospera de la geografía nacional es la zona Este, precisamente la de mayor desarrollo turístico.
Se calcula que sólo canadienses, un millón visita a Republica Dominicana cada año.
Pero más que eso, lo que hay que preservar es la imagen del país, un país donde la mayoría de las personas son gente de buen corazón, donde se privilegian los valores, donde se brinda hospitalidad y amistad sincera y por sobre todo gratitud.
En estos aspectos es que, entiendo, debe tomar cartas en el asunto el gobierno dominicano, llámese Cancillería, Ministerio de Turismo, Presidencia o quien sea.
Les Lehmann está vivo gracias, primero a Dios, y luego a la sangre que dominicanos donaron para que pudiera ser operado varias veces. Precisamente finalizando esta columna leo que acaba de regresar a su ciudad de origen para recibir de su familia el cuidado necesario para su definitiva recuperación. Para ello éstos han establecido un fondo de ayuda, en el cual creo República Dominicana debería figurar en primera línea.
Es hora de honrar el acto de valentía que este ciudadano canadiense realizó y enmendar lo que malos dominicanos han proyectado de nuestra patria, y eso debe venir del propio estado.
Si se quiere preservar la imagen que tenemos como pueblo, eso sería hacer lo correcto.