Luego de abordar el importante rol del abogado en la sociedad y los retos a los que se enfrenta en la actualidad, en esta oportunidad abordaré las habilidades y principios éticos con las que debe contar el profesional del derecho para ejercer su rol efectivamente y superar los obstáculos del camino.
Con relación a las habilidades, en primer orden, es recomendable que el abogado cuente con suficiente inteligencia emocional, que se traduzca en un excelente relacionamiento con el cliente y la generación de un clima de trabajo en equipo, fortaleciendo sus habilidades blandas.
Es indudable que la inteligencia emocional distinguirá el profesional de las tecnologías que en el futuro puedan suplir sus labores. Esto porque difícilmente la tecnología provea el don para escuchar, aconsejar y acompañar a los clientes que debe tener el abogado.
Si bien la especialización es un reto, también es una habilidad que permitiría al abogado de hoy una mayor competitividad.
Asimismo, el abogado en la sociedad actual debe comprender el lenguaje de los negocios, ser multilingüe y procurar ser un abogado global. Para ello, puede complementar sus estudios con especializaciones en otras disciplinas, como administración de empresas y contabilidad, con las cuales podrá entender mucho mejor la naturaleza de las necesidades de sus clientes y no limitar sus conocimientos a lo aprendido en la carrera.
Tenemos, pues, el gran reto de insertarnos en el mundo y esto no solo aplica para los profesionales del derecho; sino como sociedad que crece por inversión extranjera, esto significa que también debemos entender cómo funcionan los sistemas legales de nuestros posibles socios comerciales.
Por esto, el profesional, si cuenta con las posibilidades necesarias, debe viajar y estudiar en el exterior para avanzar en esa dirección de conocimiento. Ante la imposibilidad de ello, debe mantenerse en investigación constante y en la captación de conocimientos externos a nuestro sistema de forma autodidacta o en línea.
Precisamente, el abogado moderno debe contar con conocimientos informáticos. Además de las habilidades tradicionales de saber hablar en público, debe saber escribir correctamente, para lo cual debe conocer profundamente el idioma y su redacción efectiva. Para ello el uso de los medios tradicionales de investigación y presentación de escritos, como mínimo.
Además, debe manejar las herramientas como Word, Excel y Power Point, saber investigar por Google, poder diligenciar sus reportes de tiempo y compartir su agenda con el resto del equipo y dominar los sistemas que hoy en día son prerrequisitos para el buen funcionamiento de los negocios.
Como afirmaba Ángel Ossorio en el Alma de la Toga, “La abogacía no se cimenta en la lucidez del ingenio, sino en la rectitud de la conciencia. Esa es la piedra angular; lo demás, con ser muy interesante, tiene caracteres adjetivos y secundarios”.
Una habilidad importante que debe tener el profesional del derecho es ser íntegro. El profesional del derecho se distingue de las demás profesiones por el cuidado en el detalle, la prudencia en las opiniones, el sosiego en el estudio y el manejo de la técnica para la concreción de valores y principios generales y la aplicación de la norma.
El éxito que distinguirá a un profesional del otro, será determinado por su capacidad de mantenerse en constante cambio y capacitación y de entendimiento de los requerimientos de la sociedad a la que se debe.
La formación deontológica del abogado conlleva igual importancia que su formación profesional, puesto que el rol del abogado debe ser de ente social de transformación y protección y amerita que su trabajo esté informado de los principios éticos y morales que afirmen dicho papel y no los nieguen o los desconozcan.
La deontología, que proviene del griego “deon”, “deontos”, que significa deber, y “logos”, que significa ciencia, se traduce en la ciencia del deber.
La profesión de la abogacía genera la apertura del poder que otorga el conocimiento. Sin embargo, también genera la necesidad y la responsabilidad del sometimiento a disposiciones éticas. En la República Dominicana la dimensión ética del ejercicio de la abogacía está consagrada en el Código de Ética del Profesional del Derecho, ratificado por el decreto núm. 1290 del 2 de agosto de 1983.
En el mismo se establecen como deberes esenciales de la profesión la probidad, la independencia, la moderación y la confraternidad.
Este Código plantea suma importancia a los deberes de lealtad, veracidad y buena fe con que debe actuar el abogado, tanto en su vida profesional como privada y a la honorabilidad que deberá acompañar a la profesión. Dibuja un marco de moralidad que se intensifica con el respeto a las leyes y las autoridades públicas legalmente constituidas. Llama a la prestación de los servicios y consejos con prudencia, diligencia y buena fe.