Todos, o casi todos los cuentos infantiles que los mayores les hacían a los niños para dormirles o simplemente entretenerles, comenzaban con esa frase “había una vez…”, que era una especie de preámbulo que anunciaba la llegada de un mundo de fantasía.
El repertorio de cuentos era, sin embargo, muy limitado y, por lo tanto, las narraciones se repetían una y otra vez. De hecho, el infantil auditorio se sabía de memoria el comienzo, el medio y el final de los cuentos, pero ello no le quitaba sabor al mágico momento que se vivía.
La tecnología moderna ha barrido con esa cándida costumbre y ahora el mundo de la fantasía está en manos de los iPad, iPot, tablets, washups, netflix y demás yerbas aromáticas.
Pero así como estas tecnologías han empujado al olvido la costumbre de los cuentos orales, ya vendrán otros procedimientos que en el futuro nos harán parecer anticuados los juguetes de hoy día, Y entonces diremos: “Había una vez un aparatico que tardaba la inmensidad de un minuto en enviar una foto de aquí hasta China…”, o cosas por el estilo.
Supongo que uno de los cuentos más inverosímiles del futuro será el que empiece de esta manera: “Había una vez una ciudad llamada Santo Domingo, donde había más automóviles que gente y a través de los siglos nadie pudo nunca organizar el caos del tránsito, aunque al final todos se acostumbraron al desorden, felices y contentos”.
Colorín, colorao, este cuento se ha acabao.