El lunes en la tarde, el Poder Ejecutivo depositó en el Senado su propuesta de reforma constitucional. A partir de ese momento los dominicanos podemos discutir en forma concreta y detallada los cambios planteados a la Carta Magna.
Aunque los ciudadanos no seamos parte formal del proceso, nuestra participación es importante.
La legitimidad política y social de una Constitución brindada por el consenso social, es muchas veces más importante que la legitimidad jurídica, ofrecida por los procedimientos formales.
Esa legitimidad se construye en el debate público.
Uno de los más importantes y novedosos aportes de la reforma constitucional de 2010 fue su profunda y dilatada discusión. Durante meses, los ciudadanos vivimos la Constitución y su significado en forma intensa, y esta –junto con los derechos que plasma– se integró a nuestro vocabulario.
De ese punto no ha habido vuelta atrás; la Constitución pasó de ser un elemento oscuro de nuestra vida social a ser uno siempre presente. Da igual si estamos de acuerdo en su significado o en qué contenido debe tener.
Lo importante es que aceptamos su importancia como punto de encuentro y como manifestación del pacto social que nos une.
Es por eso por lo que, por lo menos para quien escribe, la reforma constitucional no debe ser vista como un evento traumático que debamos evitar a toda costa. Ni hace mal el presidente Luis Abinader en proponer una reforma de acuerdo con su visión de las cosas. Como tampoco hacen mal los ciudadanos que la apoyan (o critican) completamente o a medias.
Esa es la riqueza de la democracia, y su gran fortaleza, porque como decía mi siempre nombrado Carlos Santiago Nino, las discusiones sobre la Constitución son las que generan el conocimiento cívico que la hace tan resistente a los cambios de circunstancias.
Participar de discusiones abiertas sobre la forma de gobierno es un privilegio que no tienen todas las sociedades. Es también una novedad histórica pues su tradición apenas supera los doscientos años. Asumamos, pues, con ahínco, responsabilidad y convicción el debate que se abre.