Hay muchas maneras en que un columnista puede ejercer su legítimo y muchas veces imprescindible rol de crítico del poder, sea este gubernamental o privado.
El poder político no es sólo de funcionarios, porque nadie negará que hay líderes y periodistas opositores muy poderosos.
Pero, ¡ay del crítico cuando se torna tartamudamente pertinaz y también necio! Concentrado exclusivamente en unos u otros destinatarios, por más que se revista de filigranas académicas o impostadas condescendencias, pierde brillo.
Así pasa con los foetazos de varios contumaces articulistas que dedicaron los últimos años a contrariar visceralmente a Danilo Medina, al PLD y su gobierno.
A veces tenían buenos motivos, pero casi siempre sin un ápice de naiboa concreta que sustentara su esqueleto ideológico, más que una aversión casi personal a uno u otro funcionario. Quizás nada revela más su real gadejo, exitoso pues alcanzaron el poder y las cornetas fueron premiadas, que todos los ataques a las medidas económicas y sanitarias ante la pandemia.
Ninguna han cambiado y lo que antes era pésimo y electorero ahora es bueno y necesario. ¡Falta que harán las cornetas!