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Güira, tambora, reaggaeton y dembow

📷 Ricardo Vega.

De todas las expresiones artísticas, la música popular es una de las que más transformaciones ha experimentado en los últimos años.

Tal vez el impacto ha sido más sentido por la naturaleza misma del género, por esa condición de despertar, recrear y alegrar sensibilidades emocionales.

En el caso específico de la dominicana, ha «evolucionado» desde ritmos tradicionales a fusiones y adaptaciones, influenciada principalmente por factores globales y tecnológicos, y arrastrando consigo la aparición del reguetón y el dembow.

Es innecesario ser “musicólogo” para estar consciente de que esta está cada vez más condicionada por intereses exclusivamente comerciales y de inducción social.

Ya ni siquiera se camuflan las intenciones con recursos como el doble sentido. Literal y abiertamente, la media de las composiciones se limita a exaltar las más vulgares debilidades del pentagrama humano.

Generalmente, la adolescencia es la etapa en que estas expresiones ejercen mayor influencia y empatía, pues el individuo está en busca del sentido de pertenencia. Por eso idolatra, se refugia e imita al «artista del momento». Adopta su personalidad, la forma de vestir, hablar o actuar.

La debilidad institucional, el status quo, crea las condiciones para inculcar a la juventud arquetipos que enaltecen lo «cool», inspirado en el “perreo” y hasta la promiscuidad.

Por esta razón, aunque se les califique de anticuadas, más del setenta por ciento de las personas continúa escuchando el mismo género musical de la adolescencia. Ejemplos hay muchos. Uno: «Los años dorados del merengue».

Cabe recordar que la música, como sugestión hipnótica, va directo al subconsciente. Allí se aloja como recurso memorial de consulta, determinante para la formación conductual y las reacciones intelectuales.

Siempre habrá excepciones. Que deberían ser mayoría. Culpar a los autores, generalmente empíricos, sería aplicar justicia a medias, pues estos se nutren e inspiran de, y en, el entorno social.

Cualquier intento que se haga por rescatar distorsiones de valores debe comenzar por la cultura musical.

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