Gremialismo liliputiense y calidad educativa

Gremialismo liliputiense y calidad educativa

Gremialismo liliputiense y calidad educativa

Luis García

La República Dominicana figura entre los países de América Latina que ha logrado un crecimiento económico sostenido en las últimas tres décadas, aunque no ha sido así en materia del mejoramiento de la calidad educativa, a tal punto que está en la cola en ciencias, matemáticas y lectura, de acuerdo a la prueba del Programa Internacional de Evaluación de Alumnos (PISA), realizada hace menos de dos años.

La situación es tan grave que en ciencias quedó en el último lugar, en lectura, la cuarta posición de los ocho peores; y en matemáticas se ubicó en la cola de las evaluaciones.

Una situación de esa naturaleza preocupa porque ninguna nación puede encaminarse, de manera sostenida, hacia un desarrollo económico, político, social y cultural si no avanza en el ámbito de lograr una calidad educativa que responda mínimamente a los estándares del mundo actual.

Hay que reconocer que se trata de una situación compleja por la diversidad de factores que confluyen, el componente docente resulta esencial para dar el gran salto que se requiere en ese sentido.

Leí recientemente un paper (artículo científico) que reseña los casos más exitosos en educación básica en el mundo, que incluyen a Canadá, Corea, Finlandia y Singapur; los cuales se han mantenido en los primeros lugares desde que existen pruebas de evaluación por competencias a nivel mundial. Los investigadores encontraron en esos países muy altos niveles de exigencia en la selección de los docentes, criterios claros y variados en la evaluación; así como diversos programas de formación inicial y permanente para sus maestros.

En la República Dominicana, sin embargo, parece que eso sería difícil de lograr debido a la existencia de un gremialismo con mentalidad liliputiense que coloca los intereses particulares de la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) por encima de los de la sociedad que aspira a una educación de calidad. Los ejemplos sobran, y para citar solamente dos, me remito a la sentencia condenatoria de la filial en Barahona, fundamentada en un recurso legal incoado por padres en vista de que las huelgas en ese servicio público impedían que sus hijos recibieran docencia; y el hecho de que en las provincias El Seibo y Hato Mayor no inició, el 21 de este mes, el año escolar porque los maestros y maestras decidieron “desoír” a sus líderes que llamaron a integrarse a la labor educativa.

En cualquier parte del mundo, la construcción de conocimientos y el establecimiento de una educación de calidad cumplen una función política y social de primer orden, conectando diferentes dimensiones del desarrollo individual y colectivo.

El sociólogo, filósofo y ensayista polaco Zygmunt Bauman ha advertido del peligro de la progresiva obsolescencia que afecta a los conocimientos, las competencias y habilidades que transmiten muchos sistemas educativos. En el caso dominicano, hay que motivar a las y los estudiantes para la formación continua y permanente que les permita disponer de un conocimiento científico-técnico actualizados.

El mundo global demanda una educación que responda a la sociedad del conocimiento, una formación que desarrolle las competencias pertinentes para responder a los acelerados cambios de una época en la cual la ciencia, la investigación, las tecnologías y la innovación generan grandes desafíos. Obviamente, la ADP debe entender esto y olvidarse de un gremialismo con mentalidad de pequeña estatura.

El referido gremio tiene que agigantarse y jugar un papel de liderazgo en el proceso de alcanzar la calidad educativa que demanda la República Dominicana que para que ese crecimiento económico no se detenga.



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