Grecia en el mismo caballo

Grecia en el mismo caballo

Grecia en el mismo caballo

Para los troyanos la huida de Helena con Paris significó una deuda cuyo costo debieron pagar con su total aniquilación.

Para los griegos, asaltar una ciudad amurallada como Ilión donde debían recuperar su pertenencia, era una tarea casi imposible.

Sin embargo el ingenio heleno concibió el falso corcel que les permitió penetrar y abrir las puertas que necesitaban traspasar para consumar el rescate. 

La acuciosidad griega terminó su peregrinar cuando se asentó en Germania. Esta tesis orteguiana defendida en “Meditaciones” del Quijote, sostiene que las neuronas alemanas fueron el receptáculo responsable de perpetuar la profundidad del pensamiento filosófico y científico de los griegos.

La razón socrática descuella con la propuesta cartesiana depurada al extremo por el germano Immanuel Kant. Vista la “República de Platón”, el Estado viene a ser una figura jurídica de auténtica factura griega, al igual que Europa lo es de Alemania por la impronta de Carlomagno.

De las cenizas del Imperio Romano de Occidente, este rey de los francos erigió el ente precursor del Sacro Imperio Romano Germánico, equivalente al Primer Reich en la historia alemana.

Francos y germanos conformaban tribus de raíces genéticas y culturales comunes, por lo que Europa es un proyecto alemán que surge en estrecha alianza con los franceses.

Tanto la Confederación del Rin en 1806 como las imposiciones de los Aliados en 1918, fueron intentos que fallaron en desarticular el sueño alemán de regir los destinos europeos.

El Segundo Reich aupado por Otto von Bismarck, la República de Weimar y el Tercer Reich encabezado por Hitler, son saltos históricos del mismo propósito germano.

Dividir en 1949 al pueblo alemán en dos repúblicas antagónicas, fue una ficción deshecha en un paréntesis cerrado sin traumas con la caída del Muro de Berlín.

Percibir la idea de un Cuarto Reich exige una ruptura en la concepción paradigmática del proceso. Las metas del proyecto federativo llamado Unión Europea, cuyo origen se remonta a cuatro décadas previas a su fundación en 1993, lucen inalcanzables en ausencia de la voluntad y el apoyo de Alemania.

Sin su directriz estaría en duda la eficacia operativa del andamiaje institucional requerido para emular con éxito el modelo norteamericano. A ella se deben la solidez y la determinación necesarias para hacer de una moneda propia el sostén vital del proyecto integracionista que persigue.

Pese a que la función económica es su ángulo visible, el Euro es en esencia el elemento político que garantiza la cohesión de los Estados miembros del cuerpo asociativo europeo. Alemania jamás lanzaría un dardo contra el calcañar de Grecia a sabiendas de que en él se aloja el talón de Aquiles del euro.

Derribarla sería un daño incalculable para el instrumento de adhesión continental por cuya compactación se ha desvivido.

El jinete que cabalga sobre el caballo de Troya moderno cree anticipar el trote de la potranca alemana. Viene del río que irrigó las neuronas discípulas germanas a las que intuye inclinarse por una Grecia en pie, temiendo que su eventual caída arruine el proyecto que han intentado por más de doce siglos.

Lo cierto es que la Eurozona está tomada de antemano por los arqueros griegos ocultos en el mismo caballo legendario. También hoy van tras un rescate, pero a la inversa de antaño, puesto que el débito actual es suyo.

El peligro reside en su necesidad de usufructuar al máximo el botín que retienen, ya que en su afán de defenderlo podrían socavar las fortificaciones levantadas. Si las troneras del impacto concitaren deserciones en las filas del ejército que las defiende, los estragos serían irreparables y Grecia se iría bufando en el mismo caballo.



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