El primero en reaccionar ante la idea de inventariar los grandes males que afectan a la República Dominicana en su pretensión de ser considerada como una nación civilizada, ha sido el señor Horacio Santana, para quien la inseguridad ciudadana y la delincuencia han cobrado carta de problema mayúsculo.
Para el amable lector Santana la criminalidad que nos arropa supera en gravedad a otros problemas, incluyendo a situaciones tan delicadas como las que aquejan a la educación y la salud.
No es necesario insistir en la validez de esta preocupación que se refuerza día tras día con la ocurrencia de todo tipo de crímenes y delitos en todo el territorio nacional, agravados por la complicidad de los agentes y entidades llamados a combatirlos.
¿Cómo, entonces, afrontar esta situación? Hace falta, para comenzar, dar un puñetazo en la mesa, como dijo el papa Francisco, y sacar del templo a todos los mercaderes del mal, con valentía y sin vacilaciones.
La Justicia, por su parte, también tiene su cuota de responsabilidad y no cuenta con excusas para incumplir su rol.
Todo esto, dicho en forma tan simple, podría ser el comienzo de una gran revolución rumbo a una sociedad respetable y respetada como queremos todos.