En la noche del penúltimo día del pasado noviembre, el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (Intec) celebró un acto sencillamente hermoso, durante el cual reconoció a siete más de sus miles de egresados, a lo largo de sus casi cinco décadas de innovadora y fértil labor educativa, científica y cultural.
Desde el año 2007, la colmena inteciana viene reconociendo a sus Egresados Destacados, en función de su apego a los valores que promueve la alta casa de estudios, así como por su desempeño profesional y sus contribuciones en los ámbitos empresarial, sociocultural, político, deportivo y académico, habiendo además demostrado una trayectoria de evidente impacto en la sociedad.
El jurado, presidido por el rector, en la actualidad el doctor Julio Sánchez Maríñez, agota cada año un riguroso proceso de postulación abierta y luego de selección, con participación de diferentes instancias de la comunidad universitaria.
Tuve el privilegio de ser escogido en esta ocasión como Egresado Destacado del Área de Ciencias Sociales y Humanidades, y el gratísimo honor de acompañar a seis distinguidos profesionales intecianos, a saber, los doctores Héctor Armando Balcácer Estévez y Juan José Díaz Quiñones, en el área de Ciencias de la Salud; a los ingenieros Gelem LLuberes Rincón, Jorge Luis López y Kheilydis Acevedo Romero, en el área de Ingenierías, y al economista José Manuel Torres, egresado de las aulas del área de Economía y Negocios del Intec.
En cada uno de ellos el Intec ha visto encarnados sus valores institucionales, que van desde la excelencia, pensamiento crítico y creativo, innovación, inclusión e integridad, hasta la responsabilidad social, tan necesaria en un mundo marcado por la inequidad y la carencia de oportunidades.
El rector Sánchez Maríñez resaltó en sus palabras que con el reconocimiento a sus Egresados Destacados, el Intec renueva sus energías al verse reflejado en la trayectoria y logros de aquellos jóvenes estudiantes, hoy notables profesionales, ciudadanos íntegros, con fructíferos logros para la sociedad.
Todos agradecimos, según nuestras experiencias en las aulas y en la vida, ese noble gesto del Intec. En mi caso, recordé que había llegado a ese campus universitario con la visión utópica acerca del mundo que en aquel entonces, la década del 80, estigmatizada como “década perdida para América Latina”, sobre todo en el orden económico, teníamos los veinteañeros. Ingresé como director del Departamento de Cultura y luego responsable del Círculo Literario, creado y dirigido por el consagrado escritor José Alcántara Almánzar.
Su esposa, Ida Hernández, fungió más tarde como nuestra decana. Tiempo después, fui combinando esas tareas con la docencia en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades, con la edición, por un tiempo, de la prestigiosa revista Ciencia y Sociedad, con intensas lecturas en la Biblioteca y con mis deberes como estudiante de la Maestría en Lingüística Aplicada, de la cual solo pude completar el posgrado, debido a un quebranto de salud.
Al momento de recibir el galardón, además de agradecer a las autoridades intecianas, rememoré las enseñanzas humanísticas de tres maestros. Son ellos, Manuel Matos Moquete, Jacobo Walters y Otto Coro, este último fallecido, fundador del destacado Teatro Proyección. Nuestras conversaciones, dentro y fuera del aula, tienen para mí un valor imperecedero.
Y como suelo hacer con todo aquello de indudable valor que acontece en mi vida, dediqué este generoso gesto de distinción del Intec a mi esposa Soraya, a nuestros hijos Yasser José y Alberto José, a la sazón dos niños a los que mis obligaciones laborales y académicas privaron de tiempo familiar, y con ellos a sus respectivas esposas Joanna y Jhantel, quienes nos han regalado el disfrute sin par de Gonzalo José y Amaia, nuestros dos maravillosos nietos.
¡Gracias Intec!