El proyecto de reforma fiscal del presidente Iván Duque fue apenas el detonante, porque las causas del estallido del pueblo colombiano son más profundas y vienen de mucho más lejos.
La ciencia enseña que los procesos sociales están regidos por leyes objetivas e inexorables.
También enseña que cuando las contradicciones de clases se agudizan por las tantas tensiones creadas, por tantas expectativas y aspiraciones frustradas, los tantos abusos cometidos por las clases dominantes, entonces puede ocurrir que un hecho aparentemente circunstancial y hasta casual, viene y provoca el estallido que sirve de canal a todas las viejas y recientes tensiones, a toda la indignación acumulada.
Aquí tuvimos un abril de 1984 cuando un pueblo que esperaba la prometida “democracia económica” fue engañado y bastó el anuncio de un conjunto de medidas gubernamentales para que ardiera la república.
El anuncio fue el detonante, pero los ajustes neoliberales que se le habían tirado al pueblo encima, fueron las causas de la sublevación popular de entonces.
Colombia es uno de los países más ricos, pero donde las desigualdades sociales son enormes y ahora el gobierno de Duque pretende aumentar las injusticias.
Un pueblo que siempre ha querido la paz y cuando esa paz se firma con la guerrilla más numerosas y renace la esperanza de que se avanzará en esa dirección, vienen Álvaro Uribe y Duque, que son dos endurecidos cabecillas paramilitares, empiezan a matar a los activistas sociales, a los que han dejado las armas y se han adherido a la lucha por la paz y se destruyen así las esperanzas de un pueblo al que la violencia múltiple de la delincuencia común, las bandas del narcotráfico, de los paramilitares, de las guerrillas y del aparato estatal, lo ha llevado a las fronteras del hastío.
Ese mismo gobierno, sirviente eficiente del patrón imperialista y el Plan Colombia, suma a todo lo anterior, un factor de perturbación más, con su hostilidad hacia el gobierno nacional de un pueblo hermano como el de Venezuela.
La reforma fiscal fue la chispa apenas. Miren que aunque el gobierno retiró su proyecto, el pueblo ha continuado sublevado.
Que se aprenda esa lección. Cuando a un pueblo sufrido se le ofrece mejoría y se le engaña, cuando algún gobierno alienta esperanzas de mejoría y entonces sale con otra cosa, ese gobierno está empujando a los ciudadanos a la insubordinación civil.
Eso han hecho los colombianos, con valor y conciencia, y Latinoamérica debe respaldarlos y principalmente, agradecérselo.