Gozo ante un fusilamiento, un sadismo americano
“El amor es la única respuesta sensata y satisfactoria
al problema de la existencia humana…
El placer en la dominación completa sobre otra persona
(u otra criatura animada) es la esencia misma
del impulso sádico”. Erich Fromm
El sadismo es un trastorno de la personalidad que se define como el placer que se siente al ver sufrir a los demás, ya sea en el aspecto físico o psicológico. Es considerado un trastorno porque conforme a estudios ancestrales, la conducta normal es que los individuos sientan gozo o placer ante la felicidad y bienestar de sus semejantes. El sádico, por el contrario, siente gusto y satisfacción al provocar o presenciar actos que causan dolor y sufrimiento. La sociedad estadounidense muestra tendencias sádicas, vistas desde una perspectiva compleja e insana. Estos rasgos se exhiben a través de elementos culturales, políticos o comportamientos sociales. Es necesario sintetizar para lograr entender este extremo de la naturaleza humana, que se manifiesta tanto a nivel individual como colectivo.
Un primer rasgo de esta práctica malsana se observa en el aspecto judicial. Estados Unidos ha institucionalizado un sistema de justicia y una cultura de castigo, con una de las tasas de encarcelamiento más altas del mundo (1.9 millones), con fuertes leyes de crueles condenas como la Leyes de Tres Strikes (personas que han sido sentenciadas tres veces), leyes de los 10 Años (para inmigrantes indocumentados con más de una año en el país), Pena de muerte y método de ejecución; leyes que benefician a prisiones privatizadas con encarcelamiento a largo plazo. A pesar de los debates y protestas sobre su moralidad y efectividad, la pena capital sigue siendo legal en 27 estados, una cifra que no deja de ser alarmante.
El sistema penal a menudo se enfoca más en el castigo que en la rehabilitación de los acusados, lo cual genera una tendencia cultural a favorecer la retribución sobre la reforma. El costo promedio para mantener a un prisionero oscila entre $31,296 y $60,076 al año, pero hay ciudades que, si cierran sus cárceles, muchas personas quedarían sin empleo. Las detenciones indefinidas, como las realizadas en la Bahía de Guantánamo, son ejemplo vivo de ese salvajismo institucionalizado, que se lucra y regodea en el sufrimiento otros.
El segundo rasgo lo encontramos en el origen de la pobreza, o más bien, en el discurso sobre este. Más del 50% de los estadounidenses piensan que el sufrimiento de los pobres y marginados se debe a su condición o a la desgracia resultante de un fracaso personal. No reconocen que la desigualdad social es la causa principal de la pobreza y sus consecuencias. No es casualidad que los medios estadounidenses en producciones que abarcan desde películas de acción hasta videojuegos, glorifiquen la violencia, desensibilizando así a las personas frente al sufrimiento de otros. Como tampoco es casualidad que, en esas producciones, los asesinos, ladrones, viciosos y narcotraficantes, sean gente de los suburbios, o provenientes de ellos.
El tercer rasgo de sadismo en EE. UU. es su cultura armamentista. Esta práctica, caracterizada por altas tasas de violencia armada y una fuerte oposición a implementar restricciones en la fabricación y venta de armas, es única entre las naciones desarrolladas. A esto es necesario agregar el involucramiento en intervenciones militares y el fomento de las guerras entre otros países, sin importar el costo en pérdida de vidas humanas que esto representa.
Existen muchos otros ejemplos de violencia e indiferencia frente al sufrimiento individual y colectivo en las prácticas sociales de la “nación más poderosa del mundo”, enumerarlas sería más que imposible. Sin embargo, hay un hecho reciente que recoge en gran porcentaje todas esas acciones viles y crueles de la humanidad: la ejecución de un prisionero, en cumplimiento a una sentencia por asesinato. El hecho en sí no es tan impactante, frente al proceso realizado, y los detalles ofrecidos sobre el mismo.

Brad Sigmon, condenado a muerte por el asesinato de los padres de su exnovia en 2001, ha sido el foco de atención en medios de comunicación y redes sociales. Como salido de una película de terror de Hollywood, el drama del sufrimiento se desarrolla de la siguiente manera: Se le da la opción de elegir cómo morir, ya sea por inyección letal, cámara de gas, silla eléctrica o fusilamiento por un pelotón de tres ejecutores. Su decisión fue morir por el impacto de tres balas en el corazón. Según su abogado, la muerte por inyección letal puede tardar entre once y veinte minutos, causando un sufrimiento prolongado debido a la acumulación de sangre y líquido en los pulmones. Esto no solo haría sufrir al acusado, sino que extendería el dolor de la familia.
Se detalló que Sigmon fue colocado y amarrado a una silla, con casi todo su cuerpo cubierto de negro, incluida la cabeza dentro de una bolsa; solo las manos estaban visibles. Tres balas de fusiles (calibre .308 disparadas de un rifle largo), acabarían con la víctima en menos de un segundo, al ser disparadas al unísono desde una distancia de 15 pies, pero antes, el Departamento de Correcciones, dijo que la comida final del condenado incluyó cuatro piezas de pollo frito, judías verdes, puré de papas con salsa, galletas, pastel de tarta de queso y té dulce. Se aceptaron voluntarios para conformar el pelotón. Es que fusilar a alguien (criminal) se considera un honor y un privilegio, pues sus nombres quedarían registrados en la historia, además aumenta el sentido y goce más profundo del sadismo.
Analizando las palabras del presidente Donald Trump, quien ha manifestado públicamente su intención de reinstaurar la pena de muerte federal, se puede deducir que esto equivale a promover el sadismo a todos los niveles de la sociedad, en el sufrimiento individual y colectivo. Este caso, también atrae la atención de quienes disfrutan ver a indocumentados, en muchos casos familias enteras, amarrados como perros salvajes, simplemente por haber cometido el crimen de buscar el sueño americano.
Debo afirmar que Estados Unidos no funciona como una sociedad abiertamente sádica, pero ciertos aspectos de su cultura, políticas e instituciones son tolerantes con este comportamiento, dejando claro que el sufrimiento debe ser visto como una parte natural o necesaria de la vida. La fe del cambio está en que más del 47% de los jóvenes estadounidenses (según encuesta de Gallup, 2024) se oponen a estas prácticas que sacuden lo más profundo de la conciencia humana sana.
*Luis Tejada es profesor y activista comunitario en la Ciudad de Nueva York.
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