Tranquiliza saber que tenemos en la población ciudadanos con la formación humana, moral y social de Gonzalo Castillo. Me interesé en conocer de su vida cuando salió a la palestra pública como candidato a la Presidencia de la Republica por el PLD; cuando venció en las primarias a Leonel Fernández, quien aspiraba al solio presidencial por cuarto periodo; y por la posibilidad de que fuera Primer Mandatario de la nación. Gonzalo perdió las elecciones; fue vencido por Luis Abinader, candidato del PRM y con humildad, lo reconoció de inmediato.
Hoy, sentada en la mecedora de mi abuelo, vienen a mi memoria pinceladas de sus actitudes y acciones e intento ser objetiva al ponderarlas; conducen a un hombre de bien, honesto, trabajador, generoso, ¡muy humanitario! del que se desprenden lecciones hermosas, ejemplares.
Indiscutiblemente, Gonzalo no tiene el clásico perfil del líder político a que estamos acostumbrados, del que se maneja con demagogia y prepotencia; en su quehacer político, más que conceptualizar y hacer promesas, anestesiando con léxico bonito, le gusta trabajar, presentar hechos; dar, más que prometer. Quizás por ese estilo, lo dejaron prácticamente solo en plena campaña. Leonel, presidente del PLD, fue el primero en abandonarlo, no soportó que lo derrotara en las primarias y hasta tiró las riendas del partido.
Si Gonzalo no hubiese narrado sus orígenes humildes, junto a sus cuatro hermanos, estudiando, limpiando zapato en la barbería de su padre en Barahona, por sus actitudes y acciones, pensaría que se formó en un convento religioso, ayudando a los desposeídos ¿A quién ofendió, aunque sea con una palabra durante su campaña? Su lema fue ¡a trabajar!, ayudando a personas necesitadas.
De rostro sereno, pero de fuerte personalidad, Gonzalo es una antorcha, un parámetro ejemplar para la juventud sin esperanza; enseña que, trabajando en buena lid, con fe y entusiasmo, pueden abrirse caminos. Estudió electrónica Industrial, digital, administración de empresas, microprocesadores. Su visión empresarial lo llevó a formar varias empresas. En 1983, a los 23 años, estableció la primera, reparadora de computadoras; MINICOMPSA, dedicada a la venta de equipos de tecnología; Constructora Castillo López y Asociados, para la construcción y administración de edificios; en 1992 fundó HELIDOSA, con servicio de AEROAMBULANCIA, para el traslado de pacientes a centros hospitalarios dentro o fuera del país.
Ha sido exitoso y disfruta su ejercicio profesional, prestando servicios sociales y abriendo fuentes de empleos; sueña con que la población tenga oportunidades de desarrollar sus potencialidades. Su hermosa familia le proporciona una plataforma estable. Casado desde hace 36 años con Silvia López, tienen tres hijos.
Gonzalo se inició en política en 1979, a los 18 años, ingresando al PLD; lo ha apoyado, sin descuidar el establecer sus empresas. Con ellas en pleno éxito, lo designaron ministro de Obras Públicas, (2012-2019). ¿Por qué lo eligieron candidato presidencial y parecía solo? Se manejó en la campaña enarbolando los valores morales y sociales que conoce y utiliza en todas sus áreas: ayudar a necesitados, resolver, desarrollar potencialidades, dar amor. Adoro su lema ¡a trabajar!, que solía repetir.
Gonzalo es digno de admiración y respeto; no oculta sus orígenes, luchas, dejando huellas positivas por doquier, que exhibe con orgullo. Dios iluminó al PLD para que permitieran destacar un hombre de bien, con méritos propios, que no vive de la política ni de destruir líderes; una ANTORCHA que ilumina, cómo trabajando con honestidad se puede escalar y hacer realidad los sueños; que cuando se asume un compromiso se debe llevar hasta el final, aunque sea solo y con recursos personales.
La población, sin fanatismo, debe reconocer su valía. Ojalá los politiqueros no pretendan deformar su imagen, poniéndole sombreros que no le encajan, para que no atemoricen a la juventud, en la búsqueda de sus sueños. Me imagino, que, tras esa intensa campaña política y luego de reflexionar sobre las experiencias vividas, Gonzalo está espiritualmente tranquilo; con la íntima satisfacción de haber asumido, adecuadamente, su compromiso; dispuesto a seguir sirviendo la nación desde cualquier escenario; y con la firme creencia en que Dios observa, somete a pruebas y es el gran justiciero.