Golpe de Estado en Bolivia

Golpe de Estado en Bolivia

Golpe de Estado en Bolivia

Matías Bosch

Evo Morales Ayma y su gobierno, incluida la presidenta del Senado, han sido derrocados, empujados por la jefatura policial y militar exigiendo sus renuncias.

Gobiernos, exmandatarios, Premios Nobel y líderes de distintas latitudes han salido a denunciarlo sin ambages.

Nadie podría acusar al gobierno de Evo de hundir a Bolivia en una crisis: todo lo contrario. Según datos de la Cepal, la economía creció en promedio un 4.9%, casi duplicando su tamaño de 16 mil millones de dólares en 2005 a 29 mil millones de dólares en 2018.

El PIB per cápita ascendió un 50%, esto es de 1,725 dólares en 2005 a 2,586 en 2018.

Y esto se logró disminuyendo la desigualdad, medida con el índice de concentración de Gini. Los bolivianos y bolivianas crecieron mucho en riqueza y además se hicieron un 21% menos desiguales. La pobreza general disminuyó en 41% y la pobreza extrema en un 47.4%.

¿Fórmula mágica? No: políticas públicas de recuperación de los recursos naturales, reglas claras ante el poder empresarial, mayor justicia fiscal y fortalecimiento de los servicios públicos que garantizan derechos.
Medido como porcentaje del PIB, la inversión social aumentó de 2005 a 2014 en un 27.1%.

Específicamente en salud, 28.1%; en educación, 15.2%; en vivienda y servicios, 51.7%; y en protección social, 15.1%.

En dicho periodo el porcentaje del presupuesto estatal destinado a lo social aumentó en 77%, es decir prácticamente duplicó al que existía antes. Véase: una economía dinámica, incrementando riqueza, bienestar e igualdad, incluso con la baja de los precios mundiales de materias primas y cuando naciones vecinas entraron en recesión o crecimiento negativo.

Evo gobernó 14 años prácticamente sin crisis hasta el desenlace de los últimos días, con una estabilidad y apoyo expresados en victorias electorales de un 54% en 2005, 64% en 2009 y 61% en 2014.

Además, la refundación del Estado y la nueva Constitución en 2009 contaron con el 61% de los votos.

La versión de que el derrocamiento se debió al “afán de Evo Morales por perpetuarse” se ahorra demasiados elementos importantes.

Nadie verá militares forzando la renuncia de Angela Merkel en Alemania, quien lleva gobernando exactamente el mismo número de años, y en 2017 fue respaldada por apenas el 33% del electorado. Además, ningún presidente saldría, como Trump, a decir que derrocarla es “un mensaje” para otros gobernantes.
Tal vez convenga detenerse en el análisis que ha hecho Pepe Mujica, un hombre de cuyo talante republicano, decente y democrático nadie puede dudar:

“Para mí es un golpe de Estado sin vueltas (…). Después decir que la causa fue eventualmente el fraude, ¿qué sentido tiene si cuando se anunció un nuevo evento electoral, la maquinaria golpista no se detuvo? ¿Qué tiene que ver la represión que se hizo sobre casas, familiares, a la vista y consideración de los cuerpos armados? Se abría la puerta a un nuevo proceso electoral y a empezar de nuevo, tampoco se quiso optar por el otro camino (…).

Bolivia es muy rica, se dice que tiene el 70% del material imprescindible para hacer las nuevas baterías. (…). No estoy acusando porque no tengo pruebas, estoy desconfiando con la historia. (…). Lo lamentable es que Bolivia había dado un salto y muchísima gente de los sectores más humildes, sobre todo los indígenas, habían recogido los frutos de un esfuerzo considerable…

Hay gente mezclada en todo esto que tuvo que ver con la propiedad del gas, no sé si están cobrando viejas cuentas, todo eso nos llena de suspicacias. El viejo liberalismo está enfermo, está “hackeado”, porque el neoliberalismo no tiene ninguna cortapisa…”.