La lectura con voracidad es uno de los impulsos derivados del confinamiento en casa por el coronavirus, para lo cual sobra tiempo suficiente después de cumplir las tareas del teletrabajo, que ha sacado lo mejor de nuestra capacidad productiva y hasta creativa.
Escudriñando sobre el impacto del virus en las economías y en el mundo corporativo, me detuve en un estudio recién salido del horno de Corporate Excellence, entidad que se define a sí misma como una fundación creada para profesionalizar la gestión integrada de la reputación, la marca, la sostenibilidad y otros intangibles de las empresas.
Aunque los hallazgos corresponden a Europa, y particularmente a España, todos las secuelas relacionadas con el virus permiten establecer extrapolaciones de realidades que pudieran verificarse en cualquier país.
Llama la atención que -según el estudio- el sentimiento positivo de los ciudadanos hacia las empresas aumenta 9%, mientras que para el gobierno baja 29%. Creo que el primer resultado está impactado por marcas que, de manera auténtica, buscan aportar, ayudar y acompañar en medio de la crisis, a pesar de la influencia de los negocios oportunistas y espurios, que no pierden tiempo para dar la mordida impúdica.
En el caso del gobierno, presumo que el enfoque politiquero, la improvisación, el cortoplacismo y la heroicidad cosmética, generan un sentimiento de frustración y desamparo en los ciudadanos, que tampoco encuentran respaldo auténtico en la oposición y más bien sienten que la fauna política no es su aliada sincera frente al peligro.
Es mucho más contundente el dato de que el 63% de los ciudadanos ve deficiente la gestión de crisis realizada por el gobierno. A nadie le cabe duda que la pandemia es misteriosa, insondable, que genera muchas interrogantes no respondidas por la ciencia, pero eso no limita la actuación inteligente, de fuerzas mancomunadas y con sentido de nación.
Las empresas no las tienen todas ganadas en términos de reputación y menos en este terruño donde el paternalismo es arrasante. El 78% de los ciudadanos esperan que los negocios actúen para proteger a los empleados, indica el estudio de Corporate Excellence por allá, en la penísula Ibérica.
¿Cuántas marcas aquí han soltando en banda a sus empleados, para que se las arreglen como puedan mientras tocan las puertas del Estado para libar los beneficios tributarios y la asistencia del Programa Fase, y resguardan su colchón de liquidez y dividendos, logrados con la fuerza de trabajo a las que ponen una piedra de molino al cuello para lanzarla al mar? Cuando pase la tormenta -algún día será- esas empresas no podrán sostenerse en sus pies de barro.