El auge de los medios tradicionales de comunicación ha posibilitado una comunicación más inclusiva de las inquietudes ciudadanas. Todo cuanto milite a favor de la mayor participación ciudadana es bienvenido en democracia, más cuando a ello sirven los medios y garantías institucionales.
Pero, cuando se acude a “consensos” construidos a través de medios y redes sociales, con intereses espurios, la democracia corre peligro. Un logro democrático se convierte, pues, en causa de su deterioro, sobre todo cuando su empleo está movido por la perversión.
A mayor cantidad de medios y con niveles importantes de penetración hay más democracia. Verdad a medias. Es cierto que a mayor posibilidad de acceso a los medios mayor posibilidad de incidencia del pueblo en las decisiones gubernamentales. Sin embargo, no todos tienen acceso o se les permiten en igualdad de condiciones.
La limitación al derecho a la expresión y difusión del pensamiento se produce cuando los medios de comunicación responden a programas empresariales, políticos e ideológicos excluyentes. Más cuando la mordaza viene del sistema político autoritario que impide las manifestaciones y los cuestionamientos.
Las redes sociales han abierto los espacios de comunicación y ello debería constituir un logro democrático. Pero, ¿quiénes y con qué perfiles y contenidos manejan las redesy las pueblan de mensajes?
Quienes tienen mayores posibilidades de recursos y personas capaces de restringir la opinión publicada, la crean y la mediatizan. Más que una verdadera democracia, la convierten en un instrumento aparente porque su calidad la deciden mayorías fabricadas.
La verdadera democracia descansa en la concepción constitucional. No surge de tweets y mensajes similares, lejanos a la protección de derechos, que no pertenecen solo a las mayorías, sino a todos.
Solo así se hace realidad el principio de igualdad material. El uso distorsionado de las redes sociales pone en riesgo el gobierno democrático, cuando decide por lo que digan y se difunda en medios y redes y no como producto de un análisis sosegado y racional.
El de las redes no es gobierno democrático, ya que esto no solo debe responder a una concepción procedimental, sino a principios concretados en derechos constitucionales. Las bondades de medios y redes, tomados en cuenta sin ponderación, ponen en riesgo la democracia y su uso responsable es parte de los deberes que debemos asumir todos.