La primera vez que vi a Ghislaine Maxwell, la seguí desde la puerta de su lujosa casa de piedra rojiza por las calles de Manhattan preguntándole sobre las horribles acusaciones en su contra.
Casi una década después la vi por última vez, en la corte, y ya no podía huir de la verdad sobre su vida con Jeffrey Epstein.
Este miércoles recibió una de las condenas más destacadas a una mujer por posibilitar una red de tráfico sexual.
Y lo más importante, es una gran victoria para los más de 100 denunciantes que lucharon durante más de una década para que Epstein y sus co-conspiradores enfrentaran cargos criminales.
Maxwell, hija de 60 años de un magnate de los medios de comunicación británico, fue declarada culpable de traficar con niñas de tan solo 14 años para el delincuente sexual Jeffrey Epstein.
Hubo varios momentos poderosos durante el juicio en una sala de audiencias abarrotada en la ciudad de Nueva York. Principalmente de la fiscalía, que mantuvo su caso simple para evitar abrumar al jurado.
Su objetivo era demostrar que Maxwell era la cómplice de Epstein, un depredador sexual cuyo modus operandi estaba claramente ilustrado por las experiencias de cuatro víctimas.
La declaración de apertura de la fiscalía al jurado comenzó con 11 palabras que sonaban como el comienzo de un libro para niños.
«Quiero hablarles de una joven llamada Jane».
Pero para estas mujeres esto no fue un cuento de hadas. Fue una pesadilla y fue muy real. Cuán real se hizo evidente al día siguiente, cuando Jane subió al estrado.
Testificó que Maxwell y Epstein se le acercaron cuando tenía 14 años en un campamento artístico de verano en 1994.
Durante los dos años siguientes, dijo que sufrió abusos cada dos semanas y que a veces Maxwell participaba. Este fue uno de sus intercambios clave con los fiscales:
Pregunta: ¿Cómo fue el comportamiento de Maxwell durante estos incidentes?
Respuesta: Yo diría que parecía muy casual, como si fuera, como si fuera muy normal, como si no fuera gran cosa.
P. Y cuando ella se comportó así, ¿cómo te hizo sentir?
R. Bueno, me hizo sentir confundida porque no me parecía normal; nunca había visto nada como esto ni había sentido nada de esto, y fue muy vergonzoso. Ya sabe, son todas estas emociones encontradas. Cuando tienes 14 años, no tienes idea de lo que está pasando.
Los otros testigos contarían más tarde experiencias similares.
Masajes a un amigo rico
Uno de los testimonios más desgarradores provino de Carolyn, quien testificó bajo su nombre de pila.
La mujer estaba visiblemente destrozada por años de trauma y adicción a los analgésicos y la cocaína. Su abuelo la había violado a los cuatro años, abandonó la escuela en el séptimo grado y fue desatendida por una madre que abusó de sustancias.
Carolyn le dijo a la corte que fue una de las principales denunciantes de Epstein, Virginia Roberts, ahora Virginia Giuffre, quien le dijo por primera vez a los 14 años que podía ganar dinero masajeando a un rico amigo suyo.
Carolyn conoció a Ghislaine Maxwell cuando se presentó en la mansión de Epstein en 2001. Maxwell, afirmó, le dijo a Virginia que la llevara arriba a la sala de masajes y «le mostrara qué hacer».
Los fiscales dijeron a los miembros del jurado que para ese período de tiempo, Maxwell ya había ideado un esquema piramidal de abuso que ya no requería que ella encontrara personalmente chicas jóvenes para Epstein.
En cambio, recompensarían con dinero extra a las niñas vulnerables que trajeran a alguien nuevo.
Carolyn recibió cientos de dólares por «masajear» a Epstein en cada uno de los más de 100 encuentros hasta que «se hizo demasiado mayor».
Ella trajo a otros tres amigas a Epstein. Carolyn dijo que Maxwell, antes de tocarle sus pechos, una vez le dijo que «tenía un gran cuerpo para Epstein y sus amigos».
Jeffrey Epstein y Ghislaine Maxwell.
Las adolescentes a menudo procedían de hogares con problemas. Sus familias enfrentaron situaciones como la bancarrota, el abuso de sustancias o una agresión sexual anterior.
E incluso cuando no lo hicieron, Maxwell y Epstein los atrajeron con amistades, regalos y promesas de ayudarles en sus carreras o pagar sus estudios. Ese proceso de «seducción», dijeron los fiscales, era una parte clave de las formas de proceder de Maxwell.
Luego usó la artimaña de los masajes como excusa para que las chicas tocaran a Epstein y normalizaran el contacto sexual. Los fiscales dijeron que Maxwell acompañaba a las niñas a una habitación para que las acosaran y las maltrataran, y que a veces estaba presente «para que todo se sintiera normal y casual».
Las otras dos denunciantes tenían la edad de consentimiento en los lugares donde ocurrió el abuso y, por lo tanto, el juez dictaminó que los actos sexuales no eran ilegales.
Aún así, Kate, bajo seudónimo, y Annie Farmer, que se identificó públicamente, fueron igualmente convincentes en el estrado para demostrar las tácticas de Maxwell.
Una acusada confiada
La familia de Ghislaine Maxwell se había quejado del trato que recibió en prisión, diciendo que equivalía a tortura.
Sin embargo, en la corte, Maxwell era una acusada extremadamente comprometida y animada. Estudió cuidadosamente las presentaciones, miró a los testigos a los ojos y, a menudo, pasó notas a sus abogados para transmitir sus ideas.
Parecía estar de buen humor, abrazando a su equipo de defensa y lanzando besos y saludando a su familia en la corte.
Su acerado desafío se captó mejor cuando la juez Alison Nathan le preguntó si testificaría en su propia defensa. En lugar de responder al juez con un simple sí o no, se puso de pie e informó al tribunal que «no era necesario» que lo hiciera porque la fiscalía no había probado su caso.
Su defensa, en cambio, estaba menos segura. Los abogados llamaron a solo nueve testigos durante dos días. Su estrategia se basó en gran medida en agrietar el caso presentado por los fiscales, quienes tienen la carga de probar las acusaciones más allá de toda duda razonable.
Todo el fundamento del caso de la fiscalía se basaba en la credibilidad de los cuatro testigos de la acusación. Debido a que su testimonio fue tan convincente para los miembros del jurado, Ghislaine Maxwell fue condenada.
Los expertos legales dijeron que atacar los recuerdos y los motivos de las mujeres no ayudó a la acusada.
«Ghislaine Maxwell tenía la desventaja de tener que explicar este desfile de chicas jóvenes que entraban y salían de la casa todos los días bajo su supervisión», dice Mark Epner, un exfiscal.
«Afirmó que no sabía nada de eso. Y cuando los miembros del jurado concluyeron que era una mentirosa, concluyeron que era una depredadora».
La mesa de masaje y los juguetes sexuales
Una de las únicas pruebas físicas que se exhibieron en la sala del tribunal fue una mesa plegable de masaje verde tomada de una redada policial en la propiedad de Epstein en Palm Beach (Florida) en 2005.
Fue un intento de la fiscalía de casi recrear la escena de los crímenes allí mismo, en medio de la sala del tribunal. Un oficial de policía retirado testificó que también recuperaron una caja de juguetes sexuales.
Un disco duro recuperado durante una redada separada por parte del FBI de la mansión de Epstein en Manhattan contenía correos electrónicos enviados por Maxwell a un miembro del personal en los que se quejaba de que el gerente de la casa, Juan Alessi, no ordenó las cremas de masaje de Epstein.
Eso llevó a la policía hasta Alessi, quien proporcionó algunos de los testimonios más determinantes y calificados como X en el juicio. Los reporteros que cubrían el caso tuvieron que escribir apresuradamente notas para mantenerse al día con las sorprendentes revelaciones sobre la casa.
Alessi le dijo a la corte que Epstein recibía tres masajes al día. Cuando Alessi limpiaba después, volvía a poner los juguetes sexuales en su lugar, en una canasta en el armario de Maxwell junto al dormitorio principal que compartía con Epstein.
Alessi dijo que Epstein o Maxwell a veces le indicaban que contactara y recogiera a mujeres jóvenes para hacer masajes. Recordó haber visto a dos niñas menores de edad que parecían tener 14 o 15 años, Jane y Virginia Roberts.
Las normas de la casa
Las reglas de la casa, incluidas en un manual de 59 páginas, dijo Alessi, decían al personal que fuera sordo, mudo y ciego y les prohibía hacer contacto visual con Epstein.
«Había una cultura del silencio. Eso fue por orden de la acusada, porque a puerta cerrada, la acusada y Epstein estaban cometiendo crímenes atroces», dijo la fiscal federal adjunta, Lara Pomerantz.
Las redadas policiales en las casas de Epstein también produjeron fotos íntimas que muestran el estilo de vida lujoso y la conexión cercana que tenía el dúo Epstein-Maxwell.
En una imagen se ve a la pareja relajándose en la residencia de Balmoral, cuando, según los informes, el príncipe Andrés invitó a la pareja a la finca escocesa. En otra, Ghislaine Maxwell está en un avión privado con Epstein, masajeando su pie y frotándolo contra su escote.
La asombrosa riqueza en exhibición de propiedades opulentas en Palm Beach, Nueva York y Nuevo México solo resaltó la dinámica de poder en juego. La pareja utilizó la riqueza para atraer y hacer que las jóvenes se sintieran en deuda con ellas.
Varios testigos, incluidas las cuatro mujeres, recordaron cómo el dúo solía nombrar a sus amigos en posiciones altas, como Bill Clinton, Donald Trump o el príncipe Andrés, y mostraba fotos de ellos junto al papa Juan Pablo II o Fidel Castro en sus propiedades.
Estas conexiones demostraron no ser un impedimento para la justicia y la condena es un momento significativo para las personas que a menudo se encuentran en el otro extremo de la escala social.
«Este veredicto de culpabilidad es inmensamente significativo para las víctimas de abuso sexual en todas partes», dijo Lisa Bloom, abogada de ocho de las víctimas de Epstein.
«No importa quién sea, no importa en qué tipo de círculos se mueva, no importa cuánto dinero tenga, no importa cuántos años hayan pasado desde el abuso sexual, la justicia aún es posible».