Hay personas para las cuales escribir puede ser relativamente simple. Tienen un asunto en la mente y lo sacan con cierta facilidad, casi de manera natural.
Otras en cambio, encuentran algunas dificultades opuestas por su carácter, la amplitud de los recursos, las vías del pensamiento o por las exigencias que se imponen al escribir, particularmente si es para darlo a la publicidad.
Cuando hago estas afirmaciones tengo en el recuerdo a Germán Ornes, un periodista de gran peso en la opinión pública en el período inmediatamente posterior a la caída de la dictadura de Trujillo, en el cual quedaron definidas las fuerzas responsables de impulsar a la sociedad dominicana en los planos económico, social y político, junto con la moral y la ideología subyacentes.
Este 14 de abril tiene Ornes 25 años de haber arrimado los instrumentos que permiten la vida como la entiende el sentido común. Murió cuando lo trasladaban de su casa, al anochecer, para estar presente en un acto organizado por amigos con ocasión del aniversario de El Caribe, del que era propietario y director.
Como estuve cerca de este hombre en la última etapa de su vida, asistí al procedimiento del que se valía para escribir, impresionante para mí, que entonces lo asociaba con la técnica de Balzac (Honoré de Balzac) hallada en una biografía del escritor francés.
A veces escribía de un tirón en la maquinilla Olympia y dejaba las cuartillas sobre la mesa de trabajo para volver horas después. Si no estaba satisfecho, armaba con la pluma una red de líneas al final de las cuales podía ser hallada una palabra, una frase o un símbolo como este (#), que implicaba la eliminación de la parte intervenida, y mandaba a composición.
Cuando tenía de regreso el papel de pegado, si persistía el recelo, cargaba de nuevo y depuraba de ripios, incoherencias o incorrecciones, si las había o las hallaba.
El resultado solía ser un punto de vista depurado en un artículo editorial distintivo. Este hombre, hoy sólo un nombre —con el que colaboré de cerca y al que mis contemporáneos tachaban de conservador, contrario a muchos de ellos, nunca me preguntó en qué creía, cuáles eran mis preferencias políticas, religiosas o ideológicas, pero tampoco las de periodistas u otros colaboradores en la sala de prensa—, murió en el año 1998, pero no completamente.
Su manera de escribir, fascinante para mí desde que la vi por primera vez, es lo que me permite, junto con un consejo que un día me dio —no escribas encojonao, que eso se nota—, estar tranquilo cuando doy algo a la publicidad.
Hay personas, desde luego, para las cuales escribir es simple, o fácil. Para Germán Ornes, es la impresión que retengo tantos años después, no lo era. Cincelaba el pensamiento sobre el papel, una manera de ser un artesano.