Generación sándwich: el peso silencioso de cuidar a hijos y padres sin apoyo suficiente

Cada vez más personas deben asumir una doble carga de cuidados: por un lado, atender a sus hijos menores y, por otro, responsabilizarse del bienestar de sus padres envejecientes. Esta realidad da nombre a la llamada “generación sándwich”, un grupo creciente pero invisibilizado que enfrenta desafíos emocionales, económicos y laborales mientras intenta sostenerlo todo.
En Cataluña, el 66 % de estas personas son mujeres, según la Cámara de Comercio de Barcelona, un porcentaje que en España alcanza el 73 %, indica FOESSA. Estas tareas de cuidados son esenciales para el funcionamiento de cualquier sociedad, pero siguen siendo invisibilizadas, no remuneradas y socialmente desvalorizadas, explica Natália Cantó, experta en sociología del cuidado y profesora de los Estudios de Artes y Humanidades de la UOC. Sin este trabajo, realizado mayoritariamente por mujeres, el sistema económico y social sería inviable.
Según el informe de la Cámara de Comercio de Barcelona y Sudara Cooperativa (julio de 2024), en Cataluña hay casi 60.000 personas que forman parte de esta generación, que dedica 148 millones de horas anuales a tareas de cuidados, una cifra que equivaldría al 2,2 % del PIB catalán. Si le sumamos el impacto económico directo e indirecto, el trabajo de cuidados ya representa el 4,1 % del valor añadido bruto (VAB) de Cataluña. Además, el 56 % de estas personas, principalmente mujeres, siguen trabajando mientras asumen responsabilidades de cuidados.
La «generación sándwich» no es un concepto científico establecido, sino una etiqueta sociológica que describe un fenómeno emergente, según Cantó. Hace referencia a personas de entre 40 y 55 años, laboralmente activas, que se encuentran atrapadas entre dos responsabilidades de cuidados: sus hijos y sus padres dependientes. Fue la profesora de la Universidad de Kentucky Dorothy A. Miller quien describió por primera vez este concepto en 1981 en un texto académico, para explicar el estrés de este grupo poblacional y la necesidad de servicios profesionales para aligerar su carga.
Afectación mayoritaria a las mujeres
A pesar de que también hay hombres implicados en tareas de cuidados, el fenómeno impacta mucho más intensamente en las mujeres debido a estructuras patriarcales profundamente arraigadas. Históricamente, la mayoría de las mujeres han asumido el trabajo de cuidados y esta tendencia persiste, explica Cantó. Las mujeres, añade, no solo se ven forzadas a reducir o abandonar sus trayectorias profesionales para asumir cuidados, sino que además reciben una penalización adicional: cuando vuelven al mercado laboral, lo hacen con peores condiciones (sueldos más bajos, trabajos menos estables, menor promoción).
La experta advierte que la responsabilidad de los cuidados no solo implica pérdida de oportunidades laborales individuales, sino que consolida un modelo socioeconómico en el que las mujeres tienen rentas inferiores a lo largo de toda la vida. Esta situación se traduce posteriormente en pensiones más bajas y un mayor riesgo de pobreza en la vejez.
Los mecanismos sociales y económicos perpetúan esta desigualdad: el estigma social hacia los hombres que quieren implicarse en cuidados y la priorización de las carreras masculinas dentro de la pareja contribuyen a mantener la carga desigual sobre las mujeres, explica Cantó. Y subraya que este rol de cuidadoras se transmite de generación en generación dentro de las familias, lo que refuerza los estereotipos de género y las expectativas sociales sobre qué «tienen que hacer» las mujeres respecto a los cuidados.
La situación genera una gran presión emocional y mental. Las mujeres que asumen esta doble responsabilidad viven con una sensación permanente de insatisfacción, culpa y agotamiento. No reciben reconocimiento ni en el mundo laboral ni dentro del ámbito doméstico, en el que las tareas de cuidados se consideran «naturales» e invisibles. Este modelo conduce a la pérdida de oportunidades de promoción profesional, a la reducción del tiempo personal y a problemas de salud mental como la ansiedad o la depresión. Cantó también apunta que el Estado y las empresas no reconocen institucionalmente las necesidades específicas de estas mujeres cuidadoras, lo que provoca que su invisibilidad política y social persista.
Modelo social «familiarista» en España
A escala europea, según un estudio del European Journal of Population, la prevalencia de la «generación sándwich» es hasta cinco veces superior en el sur de Europa como España, Italia y Grecia respecto a los países nórdicos, debido a la falta de políticas públicas de apoyo.
Este fenómeno incrementa el riesgo de exclusión social y evidencia la precarización de esta generación. Tal como explica Cantó, en España «ni el Estado ni el mercado se hacen responsables de la vida de las personas ni de sus cuidados». El sistema familiarista asume que todo el mundo dispone de una red de apoyo que lo rodea, pero muchas personas viven sin estos apoyos. Sin una dedicación intensiva a los cuidados, la sociedad no se aguanta».
Este modelo deja a las personas cuidadoras, especialmente a las mujeres, sin recursos, alternativas ni reconocimiento, mantiene desigualdades de género y condena a muchas mujeres a renunciar a oportunidades laborales y vitales. «Las tareas de cuidados son el pilar fundamental sobre el que se sostiene nuestra sociedad, aunque se invisibilice y no se admita», afirma Cantó. Sin una profunda transformación, el futuro de la generación sándwich y de las siguientes seguirá marcado por la sobrecarga, la culpa y la ausencia de reconocimiento.
Según el informe de FOESSA, de 2022, la pandemia agravó notablemente el estrés y la sobrecarga de las tareas de cuidados que asume la generación sándwich, debilitó sus redes sociales de apoyo y aumentó los riesgos de exclusión social. Las personas cuidadoras que forman parte de esta generación son, principalmente, hijas e hijos adultos que tienen a su cargo personas mayores de 65 años en situación de dependencia.
La generación sándwich sufre un impacto transversal: no solo dedica una ingente cantidad de tiempo y energía a los cuidados, sino también de recursos económicos propios para poder atender las necesidades de sus familiares. Además, el diseño actual de los sistemas de protección social en España no prevé de forma integral la situación específica de las personas que tienen que hacer frente simultáneamente a los cuidados de personas mayores y de menores, y perpetúa así una importante brecha de vulnerabilidad y desprotección.
La solución requiere un pacto social
Es imprescindible reconocer el valor de estas personas y construir un pacto social que las ponga en el centro, recomienda la experta: «El problema de la generación sándwich no se puede resolver solo con políticas parciales, como el teletrabajo o las excedencias familiares. Es imprescindible un cambio estructural profundo: un pacto social que reconozca, valore y redistribuya los cuidados entre Estado, mercado y familias. Solo así se podrá asegurar una sociedad más justa, sostenible y equitativa en la gestión de la vida y la dependencia».
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) recomienda un enfoque integral para responder a las necesidades de la generación sándwich. Una de las principales líneas de acción implica promover políticas que permitan horarios flexibles y fomenten iniciativas de conciliación laboral y familiar, con el objetivo de reducir la carga que representa cuidar simultáneamente de familiares mayores y menores. Al mismo tiempo, es esencial facilitar el acceso a servicios de cuidados asequibles y accesibles, como residencias para personas mayores y guarderías, con el fin de aligerar el peso que hoy recae sobre las familias.
Finalmente, según el informe de la Organización Internacional del Trabajo de 2022, se deben impulsar reformas políticas que combatan las desigualdades de género en las tareas de cuidado. Medidas como la creación de permisos parentales remunerados o la concesión de subvenciones específicas para el cuidado de personas mayores contribuirían a una distribución más justa y equitativa de las responsabilidades de cuidado dentro de la sociedad. Sin este cambio de paradigma, asegura Cantó, seguirá habiendo una sociedad basada en una profunda injusticia estructural que penaliza a quienes sostienen, de forma invisible, el bienestar colectivo.
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Erika Rodríguez
Periodista, ganadora del Premio Nacional de Periodismo Turístico Epifanio Lantigua en la categoría Gastronomía y Turismo.
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