La corrupción abarca tantas distintas facetas en nuestra sociedad que pocos se molestan ante gravísimas faltas éticas que envuelven también dinero, como la podredumbre destapada en estos días en torno a la profesión médica.
obornos llamados “incentivos” para referir pacientes a estudios diagnósticos; viajes pagados por fabricantes de medicinas a cambio de favores indebidos; procedimientos innecesarios como las cesáreas (que nos dan un vergonzoso récord mundial); comisiones por internamientos u otras prácticas comerciales; si Hipócrates viviera ¡se suicidaría! Como ocurre casi siempre que se violentan los marcos éticos, el “deber ser” que es la deontología, quien peor sufre es aquel a quien debería beneficiar más el ejercicio profesional bien llevado, en este caso los pacientes.
El Colegio Médico, que creo es la asociación gremial más antigua del país, debería dirigir la vanguardia en la lucha por rescatar la dignidad de los doctores. Las autoridades, que a veces carecen del prestigio moral imprescindible, igualmente necesitan velar ante tanto escándalo. No crea nadie que son sólo los médicos: ¡este cáncer lo arropa todo!