Gabriel Boric contaba su edad con apenas una mano e iba a presentar una canción grupal en su jardín preescolar en el sur de Chile cuando algo sorpresivo ocurrió: los demás pequeños cantantes entraron en pánico y desistieron.
«Gabriel se quedó tocando solo en el escenario y, después de terminar su tortura, se puso a llorar. Pero concluyó lo que le habían solicitado», recuerda su hermano Simón Boric en diálogo con BBC Mundo.
Tres décadas después, aquel niño que venció el miedo y se enfrentó a un público que tenía todos los ojos puestos en él, se ha convertido en el presidente electo más joven de la historia de Chile al vencer en el balotaje del domingo al derechista José Antonio Kast con una amplia ventaja.
Y las miradas vuelven a apuntar a él.
Con 35 años, Boric deberá interpretar ahora el difícil acto que le encomendaron millones de chilenos: transformar un país que reclama un cambio de rumbo desde el estallido social de 2019.
Pero ¿quién es y cuáles son los hitos de la vida de este líder que surge en el renovado escenario político chileno?
Un quiebre generacional
Nacido en 1986 en Punta Arenas, en el extremo austral de Chile, en el seno de una familia de clase media alta con ascendencia croata y española, Boric es el mayor de tres hermanos.
Su padre es ingeniero químico y ha militado en la Democracia Cristiana; su madre es secretaria.
La suya es la primera generación de chilenos que conoce más del régimen militar de Augusto Pinochet (1973-1990) por lo que otros les han contado que por experiencia propia.
Esta es una clave para entender la fractura que hay en la política chilena, que llevó tanto al triunfo de Boric como al desplome de los partidos tradicionales que gobernaron el país sudamericano desde el regreso a la democracia en 1990.
«El gran clivaje político hoy en Chile es generacional: entre la generación que nació en democracia y la más antigua, que vivió la experiencia del golpe de Estado, la dictadura, la transición a la democracia y aprendió ciertas lecciones», señala Robert Funk, politólogo de la Universidad de Chile.
«Los más jóvenes están ahora por experimentar su propio camino», le dice Funk a BBC Mundo.
La política y lo que ocurrió en los años de Pinochet eran temas de conversación en la familia de Boric, que es «muy diversa y profundamente democrática», cuenta su hermano Simón.
Agrega que al hoy presidente electo de Chile también le interesan la poesía, la literatura y la historia, el fútbol y descubrir discos poco conocidos.
Si bien tuvo una formación católica e hizo su primera comunión, Boric se define como agnóstico. «Me fui alejando de la Iglesia, no solamente (por) los casos de abuso, la ostentación…», explicó en una entrevista en canal 13 de Chile.
Recibió su educación básica y media en The British School de Punta Arenas, donde desde los primeros grados comenzó a mostrar vocación política al pedir el voto de sus pares para ser presidente de curso.
Crecer en un sitio aislado contribuyó a que Boric cuestionara desde muy temprano el centralismo de su país y una «sociedad que fomenta fuertemente el individualismo y poco la unión», afirma su hermano.
La ciudad de Punta Arenas lo ha marcado siempre. El símbolo de su campaña, de hecho, proviene de allí: un árbol ciprés ubicado en el centro de la ciudad sureña, que el futuro presidente solía trepar cuando era niño.
Cuando se mudó a Santiago en 2004 para estudiar Derecho en la Universidad de Chile, Boric dejó a su novia en el sur y tuvo dificultades para acostumbrarse a la nueva vida capitalina.
El hecho que lo llevó a disciplinarse, según relató en la misma entrevista televisiva, fue un cáncer que le diagnosticaron a su hermano menor, Tomás, quien debió recibir tratamiento en Santiago.
Eso «significó un cambio en mi vida, pero radical», dijo Boric.
Aunque se mantiene soltero, desde hace dos años y medio está en pareja con Irina Karamanos, una feminista de 32 años con quien hizo algunas apariciones públicas al final de la campaña.
En una entrevista con Don Francisco, Boric reveló que entre ellos se dicen «chofo» y «chofa», un apodo que proviene de alcachofa. «Nos gustan mucho las alcachofas», señaló.
Esto provocó que la alcachofa se transforme en otro de sus símbolos.
De la universidad al Congreso
El ascenso político de Boric ha sido vertiginoso.
Una década atrás era un desconocido para muchos, hasta que en 2011 surgió como uno de los líderes del movimiento estudiantil que tomó las calles demandando del Estado educación de calidad y gratuita.
Entonces transcurría el primer gobierno del derechista Sebastián Piñera, a quien sucederá en marzo como presidente de Chile.
Aquellas demandas estudiantiles recibieron amplio apoyo de la sociedad, según las encuestas, y sacudieron al país.
Un año más tarde, Boric fue electo presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECh), derrotando a una de las figuras más visibles de las protestas, la comunista Camila Vallejo, que se quedó con la vicepresidencia.
Boric, Vallejo y otros dos exdirigentes estudiantiles menores de 30 años (Giorgio Jackson y Karol Cariola) fueron electos diputados en 2013, al obtener cada uno la primera mayoría de votos en sus distritos.
Fueron las primeras señales de la nueva generación política que emergía en Chile.
Cuando se aprestaba a ingresar al Congreso, Boric —diputado independiente por la región de Magallanes— reclamó reformas y apuntó a los partidos tradicionales.
«Quienes van a estar en tela de juicio van a ser el parlamento completo y en particular quienes hoy en día tienen mayorías en él», le dijo entonces a BBC Mundo un Gabriel Boric que en esos años lucía el pelo largo y, como hoy, raramente usaba corbata.
Se volcó por completo a la política y nunca se tituló en Derecho pese a haber completado casi toda la carrera: la abogacía, ha explicado, no era su vocación.
«Me falta aprender»
Del cuarteto de jóvenes parlamentarios elegido en 2013, Boric era quizás el menos carismático, pero resultó ser el más efectivo.
En medio del estallido social de 2019 se alzó -ahora como diputado reelecto- como una figura aunadora y apoyó el acuerdo del 15 de noviembre para dar una salida política a la crisis y convocar a una Convención Constituyente para escribir una nueva Constitución que reemplace a la actual, heredada del régimen de Pinochet.
Fue un pacto que le valió críticas dentro de sus propias filas y alguna acusación de traición en las calles, pero no lo desanimaron.
Como tampoco lo desmoralizaron los ataques que recibió desde la centro-derecha, que lo acusó de radical por haberse reunido en París con Ricardo Palma Salamanca, condenado por el asesinato del senador chileno Jaime Guzmán en 1991, o por un video donde se lo ve recibir una camiseta con la imagen de éste baleado.
De hecho, en un acto poco común en el mundo político, Boric pidió disculpas por ambos hechos.
Quienes le conocen afirman que esa transparencia para reconocer problemas, carencias o errores propios es parte de su atractivo.
Durante la campaña, por ejemplo, sus adversarios le recordaron que él mismo había admitido hace algunos meses carecer de la «experiencia suficiente» para ser presidente: «Me falta aprender mucho», dijo.
También admitió antes de las primarias de julio -cuando dio la sorpresa al vencer al comunista Daniel Jadue para ser candidato presidencial del pacto Apruebo Dignidad- padecer un trastorno obsesivo compulsivo (TOC) que le diagnosticaron cerca de los 12 años y por el cual toma medicamentos.
«Es bueno que en Chile se hable de la salud mental», afirmó en un debate.
«Adaptarse sin maquiavelismos»
Boric ganó la segunda vuelta como líder de un pacto entre el Frente Amplio —la coalición de izquierda que él mismo contribuyó a fundar en 2017— y el Partido Comunista.
Para vencer en el balotaje, moderó su discurso de cambio radical para buscar el apoyo de las fuerzas de centro.
Pero lo hizo sin desistir de la promesa de transformar el sistema de pensiones, aumentar la presencia del Estado en áreas como la educación y la salud, o atacar la desigualdad con una reforma tributaria que aumente la presión fiscal a los más ricos.
Esa es otra de sus virtudes, afirman sus cercanos: saber adaptarse sin dogmatismos ni maquiavelismos, cuando las transformaciones políticas en Chile parecen ir más rápido que la aguja del reloj.
«Lo que lo vuelve un buen político de estos tiempos es que está más abierto y atento a las señales que vienen que a un plan maquiavélico», indica Patricio Fernández, convencional constituyente que tiene una relación cercana con Boric desde hace una década.
A su juicio, la cuestión ahora es hasta dónde primará esa capacidad con que el presidente electo ya conquistó tantas batallas en tan poco tiempo.
«Está en juego si se va a imponer su liderazgo, o el de algunos de sus entornos más rabiosos», le dice Fernández a BBC Mundo.
Igual que cuando subió a aquel escenario siendo apenas un niño preescolar, Boric tiene las miradas puestas en él. Y muchos se preguntan cómo terminará su sorprendente acto político.