Estos días son difíciles para quienes han resuelto no tomar alcohol. Familiares, amigos, tercios y necios insistirán en ofrecerles “sólo uno”.
Atacar la resolución de quienes padecen alcoholismo es una tentación del mismo diablo. Beber es magnífico. Jesús tomaba vino.
Muchos que no tomarán ese primer trago mefistofélico quieren pasarla en paz. Si usted es bebedor social sin consecuencia; o de quienes se enorgullecen por su prodigioso hígado; o un “aplomador” de fondo, que afecta al PIB de Escocia o Rusia cuando deja de beber; felicítese a sí mismo.
¡A todos les deseo lo mejor! ¡Que gocen! Pero fuñan menos con quienes quieran sólo juguito, soda o tónica virgen.
¿Cuál es el afán de poner a otro a beber? ¿Hay que amargarles la noche a quienes desean pasarla bien sin tomar? Inducir a otro, que no desea beber, a hacerlo, debería ser ilegal.
Tentar inmisericordemente, supone una crueldad que mucha gente no entiende. Innumerables desgracias podrían evitarse respetando a quien le dice “no, gracias”, cuando usted ofrece un trago. ¡Jodan menos!