
Viena.– Es un acto de rebelión inusual- tres monjas octogenarias de Austria, convertidas en okupas de su antiguo y abandonado convento tras fugarse de la residencia de mayores donde habían sido internadas, desafían a las autoridades eclesiásticas en un conflicto sin visos de solución y en medio de un creciente interés mediático.
“Definitivamente, no voy a morir en una residencia de mayores”, declaró de forma tajante al diario vienés Der Standard una de las monjas rebeldes, Bernadette, de 88 años.
Poco después de la medianoche del pasado día 3, con la ayuda de un grupo de antiguas alumnas que habían urdido un plan secreto, Bernadette y sus 'hermanas' Regina (86 años) y Rita (82) se escaparon del geriátrico al que, según afirman, habían sido trasladadas en 2023 sin su consentimiento.
Un cerrajero abrió la puerta del edificio vacío y lograron instalarse de vuelta en su “hogar”, como llaman a los aposentos de la abadía donde vivieron más de seis décadas.
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Solo tuvieron que recorrer unos ocho kilómetros hasta el monasterio Schloss Goldenstein, un castillo ubicado en la localidad de Elsbethen, al sur de la ciudad de Salzburgo (norte del país) que aloja desde el siglo XVIII una abadía, donde vivían las monjas, y un colegio, donde trabajaban como maestras. Las peripecias de las rebeldes
Las peripecias de las tres monjas rebeldes son seguidas ya por más de 50.000 personas en su cuenta de Instagram 'nonnen_goldenstein' y cada vez más medios informan de su situación.
Para la jerarquía eclesiástica, las tres monjas agustinas, que desde hace casi veinte años eran las únicas que quedaban en el convento de Goldenstein, han incurrido en “desobediencia”, incumpliendo sus votos, pero ellas insisten en que se les había prometido que podrían residir en el convento hasta el fin de sus días.
Así las cosas, con versiones muy divergentes de los hechos y graves acusaciones cruzadas entre las partes, el caso revela un complejo dilema entre las normas institucionales vaticanas y las necesidades emocionales de autonomía de las religiosas. Desde 2018, los reglamentos del Vaticano establecen que un monasterio de mujeres pierde su autonomía si le quedan menos de cinco religiosas profesas.
Las hermanas pierden entonces el derecho a elegir a una superiora y en su lugar se nombra un administrador, cargo que recayó en este caso en el preboste Markus Grasl, quien en 2023 dictaminó la mudanza de Bernadette, Regina y Rita.
“Una vida independiente en el Monasterio de Goldenstein ya no era posible ni justificable debido a la avanzada edad y la precaria salud de las hermanas, así como a las exigencias espirituales de la orden y al estado estructural del monasterio”, dice el prelado en un comunicado.
Según Grasl, la decisión se adoptó tras haber hablado con las sores, pero ellas lo niegan. “Regina y yo fuimos transportadas desde un hospital en camisón”, aseguró Bernadette a la televisión pública ORF tras contar que previamente había sido tratada en un hospital por un problema en un pie. También Rita fue trasladada sin previo aviso, cuando la recogieron de un viaje que realizó a Alemania. Felices de volver “a casa”
No lograron adaptarse al nuevo entorno, pero ahora se muestran felices de haber “regresado a casa”, algo que expresan casi a diario en su cuenta de Instagram. Además, unos doscientos voluntarios, entre ellos médicos, enfermeras y artesanos, las ayudan en sus quehaceres diarios, mientras otros muchos donan dinero.
Y es que cuando regresaron al monasterio se encontraron sin luz ni agua en las duchas y con todas sus cosas revueltas. Además, no solo habían desaparecido dos automóviles que usaban y las cuatro plataformas salvaescaleras que habían instalado; en las habitaciones faltaban también camas, entre otros objetos, y tampoco hallaron unos 50.000 euros en efectivo, ni pudieron acceder a los ahorros en las cuentas del banco.
Las monjas presentaron una denuncia ante la Fiscalía, pero ésta cerró el caso debido a que, jurídicamente, y de acuerdo al derecho canónico, nada les pertenecía- su voto de pobreza implica que todos los bienes de los que disponían pertenecen a la orden.
Pero ninguno de estos inconvenientes ha conseguido desanimarlas en su empeño- poco a poco, los voluntarios han logrado que volviera la luz y el agua y siguen haciendo reparaciones en el edificio, donde las monjas reciben cuidados de un médico, enfermeras y celebran una misa dos veces por semana con un sacerdote nonagenario.
“Las hermanas están actuando en contra de los votos que hicieron voluntariamente”, resalta Grasl, mientras advierte de las “consecuencias” de sus actos y del malestar por la presencia de periodistas y voluntarios en la abadía.
La situación sigue sin visos de solución- las autoridades eclesiásticas consideran inevitable el regreso de las monjas a la residencia, mientras que para ellas ese paso resulta “impensable".
Fuente: EFE
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