El resultado de la investigación de la JCE sobre las más de diez millones de actas de nacimiento del 1929 hasta el 2007, fruto de la absurda sentencia 168-13, y luego de gastar centenares de millones de pesos, arroja como resultado que únicamente 131 serán sometidas a los tribunales y el reconocimiento de que cerca de 55,000 dominicanos y dominicanas que les fueron negados sus documentos -la mayoría por ser de ascendencia haitiana- eran y son dominicanos de pleno derecho.
El sufrimiento padecido por esos miles y miles de dominicanos y dominicanas que fueron convertidos en apátridas por ancestrales rencores racistas de muchos de sus compatriotas no es posible compensarlo.
El resultado, es menester reconocerlo, es justo en gran medida y pone un valladar a la prédica xenófoba de tantos voceros del antihaitianismo, hoy reducidos política y socialmente a su minúsculo tamaño.
El gobierno de Danilo Medina, a quien le explotó el tema en sus manos, sin buscarlo, ha respondido con sentido responsable, respetando los Derechos Humanos y estableciendo una legislación adecuada al Estado de Derecho.
Es fundamental que el debate sobre temas como la nacionalidad, las relaciones internacionales o la actividad de las organizaciones de la sociedad civil se base en la razón y el diálogo, nunca en mentiras. Ni hay un plan de fusión de ambos Estados en la Isla, ni la prensa crítica o las organizaciones de la sociedad civil que defienden los derechos de los habitantes de nuestro país son traidores a la patria.