Siempre he creído que el cinismo es un cáncer que corroe las entrañas de los políticos; porque constituye el mejor instrumento de manipulación para enterrar delitos y, sin dudas, es la pendiente máxima por la que se cae a todo tipo de corrupción.
A pesar de ello, y contrario a la opinión de muchos, no creo que la mayoría de los políticos sean corruptos, como tampoco creo que los corruptos sean, en su mayoría, políticos.
Lo interesante de la ecuación es que una vez conocidos como tales, no resulta tan equivocada la hipérbole.
Qué, si no, podríamos pensar cuando vemos que, por más que se intente revestir de un barniz más augusto, el PLD, reducido a un comité político vil, que se pasó años asestando homilías y fingía como un intrépido caballero templario, al final del camino se revela desmoronado en comportamientos rufianescos, que perdió su lugar en la política nacional al no tener a un hombre audaz que quisiera y pudiera impedir a tiempo su escora, su división y su decadencia.
Ya en el Poder, la indiferencia, la malicia, la apostasía, el cinismo, y la obsesión de obtener ventajas desde posiciones privilegiadas, tan solo son una pequeña parte de la peor involución de estos sujetos del PLD que, aún pudiendo ser brillantes en algunos aspectos, han preferido lanzarse a los brazos de la mezquindad y a asumir riesgos que los llevarán a la catástrofe frente a la sociedad que los observa.
Ya conocíamos que la hipocresía es otro de los vicios profesionales de los políticos, pero nunca se había visto un recital de doblez más vergonzoso y rastrero como el que han dado estos señores del PLD que, si tuvieran vergüenza, se avergonzarían por cómo han hecho lo que han hecho.
Pero son tan mediocres y tan poca cosa, que se atreven, petulantes, a mostrarse, incluso, hasta orgullosos de no conocerla.
No ignoran, empero, que tras la mediocridad decúbita y supina de su gobierno, se mueve desafiante una clientela de dudoso pelaje, animada a levantar sus antorchas para incendiar nuestra dominicanidad. Saben, también, que esto no ocurrirá.
A esa gentuza la derrotaremos, pues el proyecto, tal cual ha sido concebido, no superará su plazo establecido; además, porque los políticos alquilados, en algún lugar de su anatomía, escrita llevan siempre su fecha de caducidad.
Pero más allá de las especulaciones sobre lo que cualquiera pudo haber sido y no fue, lo cierto es que no se vislumbra en el PLD ni en su gobierno una salida expedita hacia la reivindicación de sus maniobras y yerros, a la de un país conducido abiertamente a su desaparición.
Vistos los hechos en los últimos 12 años, la conclusión inevitable es que ambos simbolizan un agravio fatal para la historia de 172 años de la República Dominicana; y representan el desmantelamiento del Estado dominicano.
Por ello, dudo mucho, para no decir que es imposible, dado el grado de complicidad con la inmersión haitiana, que ese partido ni el Presidente de la República ni sus nuevos socios, ni sus nuevas amistades, estén interesados en ser un referente de contención para lo que se nos viene encima.