Con un vestido amarillo quemado y unos aretes dorados con la forma del mapa de Colombia, Francia Máquez se ve tranquila, aunque un poco cansada.
Hace unos días ganó las elecciones junto a Gustavo Petro y hoy es la vicepresidenta electa de Colombia.
Es la primera vez que una persona afro llega a ese cargo en el país. Márquez, de 40 años y quien fue lideresa social y ambiental, lo consiguió después de participar en la consulta del Pacto Histórico y obtener la segunda votación más alta. Gustavo Petro le ganó, pero la invitó a ser su fórmula vicepresidencial.
Márquez aceptó conversar con BBC Mundo por videollamada desde su apartamento en Cali.
En la pantalla se ve al fondo una pared azul turquesa y a un lado una pequeña biblioteca en la que está pegado un afiche con una ilustración suya. Sale de medio lado empuñando su mano y se lee «soy porque somos».
Escogió una silla cómoda en la que se puede recostar y hablar con tranquilidad, mientras se pone unos audífonos inalámbricos y alguien de su equipo termina de ultimar detalles técnicos.
Cuando por fin nos saludamos sonríe y les pide a las demás personas que están en la casa que hagan silencio porque empieza una entrevista.
Hablamos por casi una hora sobre su plan de gobierno, las altas expectativas que la rodean, el trabajo con Gustavo Petro, sus referentes y cómo planea trabajar para reducir el clasismo y el racismo que ella misma ha sufrido.
¿Cómo se siente ahora que es la vicepresidenta electa?
Bien, gracias a Dios. Recibiendo muchos mensajes y alistándonos para lo que va a ser el empalme con el gobierno saliente.
También organizando cómo va a ser todo de ahora en adelante con mi familia, en cómo lo vamos a asimilar. Tenemos que hacer reuniones como familia, con mi gente. Ando pensando en todo eso.
Usted ha hablado mucho de los nadies y las nadies de Colombia. ¿Cómo es la vida de esas personas?
La forma en que yo he vivido eso y lo hemos vivido en mi región y mi comunidad es que se siente mucha impotencia de vivir en medio del olvido, en medio de necesidades básicas insatisfechas y del conflicto armado.
Mi comunidad, por ejemplo, ha padecido un abandono histórico. No hay agua potable, no hay saneamiento básico. No hay buena conectividad, ni buen servicio de electricidad. Las escuelas están deterioradas, algunas están a seis horas de la cabecera municipal y no hay vías. Es caminando que la gente llega hasta esos lugares.
Entonces se siente triste cuando alguien se enferma y no tienen cómo sacarlo de allá para llevarlo a un centro de salud porque en el centro de salud no tienen todas las condiciones para atender a una persona que tiene la vida en riesgo.
A eso se le suma la incertidumbre del miedo por el conflicto armado, se tiene que estar bien prevenido porque en cualquier momento se dispara el conflicto y la violencia. Yo creo que no es bueno vivir así, no es bueno vivir con miedo, sin derechos.
Esos nadies y esas nadies que nos cuenta, tienen muchas expectativas con su triunfo. ¿Cómo planea aterrizar esas expectativas y mostrar también las limitaciones que va a tener?
Primero es a partir de las propuestas del presidente Gustavo Petro. Yo soy su fórmula. No puedo tomar sola todas las decisiones. Las decisiones las toma el presidente. De hecho, algunas tareas que ejerza serán por mandato de él.
En ese sentido hemos hablado de crear el Ministerio de la Igualdad y que ese Ministerio trabaje por los derechos de las mujeres, de la comunidad diversa LGBTIQ+, de los pueblos étnicos, indígenas, afrodescendientes, raizales, palenqueros y rom (gitanos), y la igualdad y equidad en los territorios históricamente excluidos.
Por supuesto, también queremos trabajar en generar condiciones de oportunidades a los jóvenes. Eso es parte de lo que él me ha solicitado a mí.
Me gustaría acompañar acciones y tareas específicas frente a la crisis ambiental y acompañar además tareas específicas en relación al proceso de paz que se tiene que seguir dando y a la implementación de los acuerdos ya firmados entre las Farc y el Estado colombiano. Pero eso es una decisión del presidente.
Justamente hay muchas inquietudes frente a ese nuevo Ministerio de la Igualdad. Ustedes van a tener solamente cuatro años, ¿qué espera lograr en ese tiempo?
Creo que lo mínimo que puede existir en un Ministerio de la Igualdad mirando los territorios excluidos y marginados, por ejemplo, es el acceso a los derechos básicos. Desde el derecho a la alimentación, al del agua potable, a una vivienda digna.
Por ejemplo, trabajar con las mujeres cabeza de familia para que tengan una vivienda digna para sus hijos. Por supuesto, no en todo el país podría yo hacer esa tarea, pero sí en esos territorios específicos que hemos decidido que son los que históricamente no han sido mirados por el Estado colombiano.
Yo ya no tengo que discutir sobre la existencia del racismo. Los colombianos y colombianas se dieron cuenta de ese sistema».
¿Y cómo piensa traducir esa voluntad en política pública?
Aquí ya hay algunas entidades que de alguna manera realizan esas funciones, pero sin mucho énfasis. Por ejemplo, el Departamento de Prosperidad Social. Este departamento realiza esas labores de inversión social.
Por supuesto que tendríamos que hacer un enfoque más específico en esos territorios, es decir, que esta entidad tendría que pasar por una rama del Ministerio de la Igualdad.
No se puede crear un Ministerio que desempeñe las mismas funciones de instituciones que ya están creadas, pues nos toca hacer un mapeo de toda la institucionalidad, qué es lo que ya hay y qué podría ser parte de la cartera de ese ministerio. Y qué es lo que no hay que toca crear.
Por ejemplo, debería existir una mesa de lucha contra el racismo y la discriminación y eso no existe aquí. Eso es en términos de educación, pero también de acceso a derechos.
En Colombia nunca se había visto una campaña en la que el racismo estuviera tan presente, desde los ataques y desde los discursos, ¿cómo lo vivió usted?
Claro que en esta campaña se ha evidenciado, pero siempre ha existido. Se ha evidenciado porque alguien se atrevió. Alguien que pertenece a unas comunidades racializadas se atrevió a meterse y a participar y a motivar a otros líderes para que también lo hicieran.
Entonces, decidimos irrumpir en la política hegemónica y ocupar un espacio de representación política que siempre se ha pensado para ciertos sectores y eso, digamos, genera tensiones y un mayor nivel de agresividad y violencia.
Eso es lo que viví. No fue fácil. El racismo no es una cosa fácil. El racismo duele, lastima, hiere y mata.
Creo que lo bueno es que permitió ponerlo en evidencia. Antes decían: «no, eso no existe. Ellos son unos oprimidos. Ellos mismos se racializan». Ahora ya no tengo que discutir sobre la existencia del racismo. Los colombianos y colombianas se dieron cuenta de ese sistema.
Y, ¿cómo planea abordar el tema ahora que llega al gobierno?
Si reconocemos que sí existe el racismo, hay que trabajar para erradicarlo. Y eso es lograr que en varios aspectos se pueda atender el tema. Uno es desde la educación básica, porque el racismo se aprende y el desaprender es parte de lo que habría que hacer.
Y lo otro es en términos del racismo institucional. Estas instituciones han estado manejadas por élites racistas y clasistas que consideran que no tienen que invertir socialmente en esos territorios empobrecidos y racializados. Una forma de combatirlo es tomar una decisión política de invertir en esos territorios históricamente excluidos.
Eso es que parte del presupuesto de la nación vaya a esos territorios para que las comunidades que los habitan puedan mejorar sus condiciones de vida.
Los datos del DANE (Departamento Nacional de Estadística) dicen que las mujeres negras viven cinco años promedio menos que el resto de las mujeres de Colombia. Yo creo que ahí hay una evidencia de cómo opera el racismo estructural, ¿no? Cómo estas mujeres racializadas están en el olvido, están en medio del conflicto armado, no tienen acceso a la ley, no tienen garantías mínimas, son más propensas a que su vida y su esperanza de vida sea más corta.
En esta campaña hubo una presencia mayor de candidatos afrocolombianos.
Yo valoro que este proceso de año y medio haya motivado e inspirado a otros a meterse en el ejercicio político. He ido conversando y dialogando con todos, incluyendo la doctora Marelen Castillo (fórmula vicepresidencial de Rodolfo Hernandez), que la llamé para decirle y proponerle que trabajáramos juntas en este proyecto político de cambio.
¿Cómo transmite sus límites a quienes tienen muchas esperanzas puestas en usted?
Creo que he sido muy clara con este país y con la gente, con mi pueblo, y es que 500 años de olvido no los vamos a cambiar en cuatro años.
Les he dicho que esto es un medio, no un fin. Es un medio para seguir avanzando, pero no se va a definir todo. Y precisamente porque no estamos solos y hay un gobierno que muchos sectores de la élite no querían. Por eso fueron tan agresivos en los ataques hacia nosotros. Por eso gran parte de los medios hegemónicos de comunicación se dedicaron todo el tiempo de la campaña a hacer campaña muy fuerte en contra de Gustavo Petro.
Entonces, sabiendo eso, sabemos que tampoco nos van a dejar gobernar tan fácil y que hay que prepararse como país para avanzar lo que más podamos. Por eso es necesario plantear la necesidad de una reconciliación.
Hoy somos el gobierno de 50 millones de colombianos y colombianos. Haremos todo nuestro esfuerzo porque algo podamos avanzar de lo que hemos planteado.
¿Qué le diría a la gente que no votó por ustedes, a quienes tienen «petrofobia» y votaron por otro candidato para impedir que Petro llegara al poder?
En medio de la diferencia se puede construir y los invito a hacerlo. Que la diferencia no sea una razón para extinguir al otro, para acabar al otro, para condenar al otro, sino que desde la diferencia podamos construir.
La invitación que estamos haciendo, tanto Gustavo Petro como yo, es a un gran acuerdo nacional que ponga unas bases sólidas y prioritarias para avanzar en la paz, la reconciliación, la justicia social y la línea humana.
El machismo y el patriarcado se expresan todos los días, hacen parte del sistema y hay que trabajar siendo conscientes de que hay que transformarlo».
¿Cómo es trabajar con Gustavo Petro? ¿Cómo es trabajar con un hombre que representa, de alguna manera, al patriarcado desde el lugar donde usted se enuncia como feminista?
Decir que no trabajar con un hombre porque según usted representa el patriarcado es negar que estas sociedades son machistas.
Entonces tendríamos que dejar de trabajar con todos los hombres de Colombia, ¿no? Porque el machismo y el patriarcado se expresan todos los días, hacen parte del sistema y hay que trabajar siendo conscientes de que hay que transformarlo.
Gustavo Petro es consciente del machismo y es consciente de las transformaciones que en lo personal tiene que hacer, pero que tiene que hacer toda la sociedad en una sociedad más incluyente.
Hay analistas que dicen que el tema de género no ha sido una prioridad en el programa de Petro…
Eso no es cierto. Desde que Gustavo Petro estuvo en la alcaldía estuvo trabajando por los derechos de la mujer y la igualdad. Si usted mira ese programa, ahí se dará cuenta. Y tampoco es cierto porque el programa que hicimos juntos sí tiene puntos y acciones específicos para trabajar por los derechos de las mujeres.
Otra cosa es que quieran decir que Gustavo Petro es el más machista de Colombia y eso no es cierto tampoco. Por supuesto que tendrá que seguir deconstruyéndose porque el patriarcado, el machismo, como el racismo, a veces se le sale a muchos. Nos formaron de esa manera y deconstruirnos es una tarea constante, de todos los días.
Pero da la impresión que usted es quien tendrá que empujar esos temas en un gobierno que aunque tenga voluntad, tendrá también otras prioridades. ¿Cómo planea seguir ganando terreno?
No solamente es feminismo. Es interseccionalidad de raza, clase y género. No todas las mujeres por ser feministas apoyan a las mujeres que están más abajo, en la olla, como dice Angela Davis. Incluso hay mujeres que no se definen feministas y trabajan todos los días por los derechos de las mujeres.
Eso es lo que yo he hecho desde pequeña. Al lado de mi mamá, de mis abuelas, es cuidar la vida y es cuidar el territorio como un espacio de vida con las mujeres de mi comunidad.
Así que no busco tener legitimidad en este gobierno como «Francia es la lideresa de la lucha feminista» porque reconozco que las mujeres ya vienen ejerciendo sus luchas. Lo que toca hacer es usar esas garantías que brinda el gobierno, colocarlas en disposición de esas luchas que vienen avanzando las mujeres porque para mí el gobierno no es un fin, es un medio y es usar este medio para dignificar y contribuir con ayudar a dignificar la vida de las mujeres.
Ahora que menciona a varias mujeres, ¿cuáles han sido sus referentes?
Mis referentes han sido las mujeres que han estado a mi lado, con las que crecí. Las que se levantan todos los días a trabajar temprano en la mina para sacar a sus hijos adelante. Las mamás cabezas de familia que solas resuelven y hacen lo que sea, a pesar de que a veces el Estado y la sociedad les violenta.
Para mí esas mujeres son referentes de dignidad, de berraquera (pujanza), de lucha. Por supuesto que hay otras mujeres en lo académico, en el arte, en la política que admiro y que han hecho un esfuerzo importante por dignificar la vida de las mujeres.
Para mí eso ha sido esencial en mi camino, aprendiendo de todas.
Hay expresiones como «vivir sabroso» que no solían estar en la agenda pública y que usted ha venido popularizando ¿cómo seguir llevando el uso del lenguaje a otro nivel?
Es que ese lenguaje siempre ha sido de nosotros y siempre ha estado en nuestras comunidades. Que la élite y la hegemonía política de este país no nos haya escuchado es otra cosa, pero nosotros siempre hablamos del «buen vivir» y «hablamos del vivir sabroso». Nosotros siempre hablamos de los «mayores y mayoras». Siempre hablamos de nuestra «ancestralidad».
Y tendré que seguir hablando esté en el lugar donde esté, porque la identidad étnica y cultural no es un vestido que uno se lo pone ahora y se lo quita al rato. El artículo 7.º de la Constitución reconoce que Colombia es un Estado pluriétnico y multicultural.
Claro, eso nunca lo habían escuchado porque nunca habían tenido una mujer negra como vicepresidenta.
Mucha gente ve la vicepresidencia como un cargo casi decorativo. ¿Cómo planea salir de ese estereotipo?
No, yo nunca he sido de decoración. Así que si bien soy la vicepresidenta y (el cargo) no tiene mayores funciones, pues no me voy a quedar quieta. Voy a hacer lo que sea necesario para seguir trabajando.
Espero, por supuesto, tener tareas específicas delegadas por el Presidente de la República. Pero si no, sigo, sigo en las luchas, haciendo acciones. Yo no soy una mujer de decoración y se lo he dicho al presidente.
Él lo tiene claro, yo no estoy aquí para que me muestren como el rostro negro, o para mostrarme como mujer, o para mostrar simplemente que somos un gobierno incluyente porque estoy yo aquí.