En los últimos tiempos, las sociedades modernas han estado errando al tirar la flecha desde el arco para dar en la diana. Hemos fracasado al enfocar aspectos vitales para propiciar y fortalecer la convivencia social.
La violencia intrafamiliar y el acoso escolar, llamado “bullying”, figuran entre esas cotidianidades que, aunque no son nuevas en nuestra sociedad, ahora, lamentablemente, son más visibles y sensibles.
Estudios van y estudios vienen y los comportamientos en esos ámbitos no muestran cambios favorables, sino todo lo contrario.
¿En qué hemos fallado? ¿Qué hemos hecho? o ¿Qué hemos dejado de hacer?
No me cabe duda, de que estas preguntas tendrán diversas y distintas respuestas. Creo que, en ocasiones, hemos estado invirtiendo o equivocando los papeles en los procesos para la corrección.
En la supuesta contribución para reducir la elevada incidencia de la violencia intrafamiliar, desde el propio Estado y organizaciones feministas alardean sobre la idea de que “la violencia contra la mujer es también un asunto de hombres”. ¡Ajá! ¿En serio? Creo que es de todos y enfrentarlo amerita una acción integral.
Formación integral es la clave, desde que nacemos y hasta que morimos requerimos correctas orientaciones. Si seguimos escurriendo el bulto, no vamos a lograr nunca un buen resultado.
El director mundial de Bullying Sin Fronteras, Javier Miglino, asegura que cada año se producen unas 200 mil muertes a nivel global por esa aberrante práctica, unida al ciberbullying, que tienen en “la soledad, la tristeza y el miedo” su caldo de cultivo.
En el año 2017, el Instituto Dominicano de Evaluación e Investigación de la Calidad Educativa (IDEICE), del Ministerio de Educación, divulgó el informe “Reporte de acoso y violencia escolar en República Dominicana, Visión Panorámica con los Datos de Pisa 2015”, que ofrece importantes elementos para el abordaje de situaciones que ya han dejado secuelas de muerte y constituyen un agravante para el ambiente escolar en la República Dominicana.
“Uno de los problemas que enfrenta el sistema educativo es que no se conoce la magnitud de los niveles de violencia/clima escolar en las escuelas dominicanas; y, aunque existen investigaciones e informes que tratan el tema, el abordaje es muestral y limitado, sin posibilidad de extrapolar a todos los casos/escuelas a nivel nacional”, establece.
El estudio se produjo en torno a estudiantes de 15 años y los padecimientos citados no son ajenos a nadie que haya pasado alguna vez en su vida, en cualquier tiempo, por un recinto escolar o de otra índole.
Al 13.26% le colocaron sobrenombres; el 3.49% fue amenazado; el 7.78% sufrió burlas; al 5.35% le sustrajeron y destruyeron sus pertenencias; el 1,90% fue golpeado o zarandeado; el 6.19% fue calumniado con rumores desagradables; el 5.76 fue acosado y el 7.11% fue ignorado a propósito.
¡Ave María, Purísima! Esos son datos de este tiempo. En el nuestro, casi el 100 porciento de nosotros habíamos pasado, no solo por una de esas prevalencias, a veces, por todas ellas y un chin más.
La autoestima y la formación humana constituyen elementos y motor para la supervivencia. ¿Qué tal si trabajamos con los niños, jóvenes y adolescentes, respecto a quienes son, para que cualquier “ueje, ueje” de burla que le griten o le endilguen no sea motivo para el sufrimiento eterno o hasta para la muerte?