Resulta preocupante la revelación proveniente del Programa Mundial de Alimentos en Haití de que carece de fondos para asistir a haitianos que viven en situaciones vulnerables, agravadas por la inseguridad y la inestabilidad económica en ese país.
Llama la atención que ese programa realice recortes en las ayudas alimenticias cuando Naciones Unidas ha suplicado por la intervención de una fuerza internacional que vaya en auxilio del pueblo haitiano, en consonancia con preocupaciones externadas por el Gobierno dominicano.
La falta de asignación de fondos a ese organismo de Naciones Unidas, en el nivel de un 25 por ciento, tendría una repercusión en 100 mil personas en julio que no podría tener acceso a alimentos.
Se estima que alrededor de 750 mil haitianos eran asistidos con alimentos de parte de la ONU, con un presupuesto de 121 millones de dólares en este año.
De esa cantidad, un total de 450 mil niños en edad escolar son beneficiados con comidas calientes.
Al recortarse los fondos del Programa de las Naciones Unidas se vendría agravar la penuria que vive la población haitiana, cuando se estima que hay casi 5 millones de personas que tienen que sacrificarse para alimentarse una vez al día.
Lo chocante que se haga el anuncio de ese recorte de fondos, cuando la Unión Europea había informado, en el marco de la Cumbre en Bruselas hace varias semanas, el envío de diez millones de euros para el combate de la crisis humanitaria en Haití, agravada por la inseguridad generalizada y el colapso económico, además de la epidemia del cólera.
Haití no solo necesita desembolsos periódicos de recursos, sino un plan de reestructuración institucional, lo que conlleva la convocatoria de unas elecciones que permitan, por la vía democrática, que los haitianos escojan las autoridades más aptas para reencauzar a ese país.
Sin embargo, ese proceso -que pudiera resultar largo y tortuoso- urge del acompañamiento de la comunidad internacional, lo que daría como resultado que Haití inicia el fortalecimiento de sus estructuras institucionales y retornaría al redil democrático, ya que nuevas autoridades asumirían el rol del liderazgo y así se establecería un canal para auspiciar el proceso de desarrollo económico y social que merecen los haitianos.
El pueblo haitiano necesita el inicio de un proceso de diálogo y de consenso en su interior, en lugar de imposiciones por la fuerza desde el exterior, proceso que daría paso al surgimiento de nuevas figuras en los escenarios político, social y económico, facilitando que así la comunidad internacional tendría a los interlocutores que actualmente no existen, para viabilizar los proyectos que evitarían que hoy más de cinco millones de personas vivan sin la esperanza de una segura alimentación.
Este proceso fortalecería las instituciones que vendrían a enfrentar los sectores que maniobran detrás de las pandillas armadas, que son responsables de homicidios y del ambiente de zozobra en materia económica y social.
Si bien los fondos son necesarios para combatir la hambruna, Haití merece encaminar el respeto de los derechos humanos y civiles, lo que vendría a facilitar que muchos ciudadanos que tuvieron que emigran, decidan retornar con el ímpetu de aportar con ideas y acciones al nuevo proceso en el que la comunidad internacional pueda jugar un rol importante.