A propósito de la unión familiar, Norbert Elias y Pierre Bourdieu nos recuerdan que para fomentar un verdadero espíritu de familia y que esta institución cumpla con su rol en el proceso civilizador, tiene que “pasar de ficción nominal a convertirse en grupo real cuyos miembros están unidos por intensos lazos afectivos”.
El el mundo actual, la familia unida se está convirtiendo en una utopía. El mayor enemigo de que eso sea posible es el mal uso de la tecnología. Los miembros de las familias se están convirtiendo en islas dominadas por el celular, Internet, Neflix y demás ofertas de la industria del entretenimiento que induce al aislamiento y a la adicción tecnológica.
Ya Albert Einstein nos alertó de que “el espíritu humano debe prevalecer sobre la tecnología”. Parece ser que la tecnología está esclavizando a los seres humanos en vez de fomentar su humanidad. Nos estamos volviendo ciegos, sordos y mudos a los demás porque un aparato nos roba toda la atención.
No podemos vivir solos porque como dice Aristóteles, ni somos dioses ni brutos. Sin embargo, en la era actual vivimos solos estando acompañados.
Hay que redescubrir nuestro ser social. Esto empieza por los lazos de cercanía, ayuda y vinculación que se dan en la familia.
La unión es expresión intrínseca de la condición humana. Fomentar la unión familiar en estos tiempos implica promover la desintoxicación tecnológica, limitar el uso del entretenimiento a través de las TIC, crear espacios de conexión familiar y cuidar de los más pequeños y vulnerables.
Hacer un detox digital prescindiendo de los aparatos por un determinado tiempo permite actividades de unión familiar que fortalecen la familia, sobre todo aquellas que privilegian el contacto con la naturaleza y el entorno.
Dosificar el Netflix puede favorecer mayor diálogo en la familia y fomentar el entretenimiento a partir de la lectura como medio de favorecer la reflexión y la capacidad crítica.
Limitar el uso de la tecnología para fomentar la unión familiar incluso puede fortalecer la fe vivida desde la comunidad familiar, recordando con Efesios 4:4-6 que “somos un solo cuerpo y tenemos un mismo espíritu, además hemos sido llamados a una misma esperanza”.